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El problema no reside en haberse gastado treinta y dos mil euros en puticlubs, concretamente quince mil en una fiesta en Don Angelo; tampoco en sospechar que, tras la confesión, se encontrarán cosas peores y más usos fraudulentos de dinero público; no, el problema está en que quienes llevaron a cabo este atropello, eran conspicuos miembros del partido que alcanzó el poder tras una moción de censura para la “regeneración”. No quiero caer en el chiste fácil de “degenerados”, pero el abuso de tales medios no fue para conocer Viena o admirar la cultura Maya, no, se gastó en locales de alterne con prostitutas, un negocio de dudosa legalidad y contra el que predican constantemente los propios progresistas por su carácter vejatorio para la mujer. Se conoce que tienen una opinión para los electores y otra para servir los caprichos de su bragueta, al más puro estilo de Groucho: Si no le gustan mis principios, tengo otros.