Revista Insólito

¡Blanca Navidad!

Publicado el 25 diciembre 2023 por Monpalentina @FFroi
¡Blanca Navidad!


Y era entonces cuando, tras rescatarlo del trastero, nos colocábamos nuestro calzado favorito, nuestras botas de goma, aquellas familiares "katiuskas" cuyo nombre técnico tanto nos costaba pronunciar con claridad, y salíamos a la calle a enfrentarnos a la nevada en un sinfín de incruentas batallas a base de bolas de nieve; donde apenas si habías puesto un pie en la acera y ya te estaban lloviendo las bolas por todos los lados. Y así durante el tiempo que hiciese falta, hasta que por fin cansados, dábamos por ganador, porque sí, a un equipo sobre el otro.

¡Blanca Navidad!


Claro que, también a veces, en medio de la ventisca, nos entraba la vena creadora y, teniendo la materia prima a un palmo de nosotros, no perdíamos la ocasión de, sin ningún tipo de diseño previo, construir frente a los grandes ventanales de la escuela un gran muñeco de nieve, que llamaba poderosamente la atención de chicos y grandes por su gran tamaño y por su disposición frontal para con la escuela, asomándose casi a sus ventanas.

¡Blanca Navidad!
¡Blanca Navidad!
¡Blanca Navidad!


En tanto, la nieve seguía regalándonos su blancura inmaculada a grandes copos, se mirase por donde se mirase. Y, cuando todo a nuestro alrededor estaba cubierto de un manto blanco e impoluto en su totalidad, la llegada de las grandes heladas nocturnas dejaba el panorama mucho más crudo todavía. Que era justo cuando, día tras día, se helaba el agua de los arroyos, convirtiéndolos en auténticas pistas de hielo, que no nos resistíamos a estrenar deslizándonos por ellas una y otra vez, con las correspondientes caídas de hito en hito. Y cuando a la par, de los aleros de los tejados pendían sobre la calle aquellos puntiagudos chupiteles de hielo que, por efecto de los muchos grados bajo cero del exterior, había congelado la nieve de los tejados que comenzaba a derretirse, adquiriendo caprichosas formas que a nosotros nos llamaban la atención; no dudando en dar una ronda por el pueblo para observar estas figuras de hielo. De otro lado, hacía algunas fechas ya que la pareja de cigüeñas que habitaba en lo más alto de la torre de la iglesia había emigrado a tierras más cálidas tras la llegada de los primeros fríos y las primeras heladas. Así que, al caer la tarde, mientras perseguíamos a algún grupo de pájaros por los alrededores de la iglesia, aunque nuestras miradas se dirigiesen hacia la torre, sabíamos que no íbamos a encontrar allí a nuestras amigas las cigüeñas, que siempre nos impresionaban por su gran tamaño y su particular modo de saludarse chascando o entrechocando el pico durante unos segundos; lo que para nosotros fue siempre "majar el ajo".

¡Blanca Navidad!
¡Blanca Navidad!


Mientras, la nieve seguía cayendo sin pausa y convirtiéndose casi en nuestra amiga más fiel también aquel invierno. Lo que nos hacía recordar que la Navidad estaba pronta en llegar, para envolver con su magia todo a nuestro alrededor. Donde nosotros ocupábamos un lugar preponderante. Han pasado los años, y ahora, cuando apenas nieva ya por estos lares, salvo alguna pequeña muestra nada parecida a aquel entonces cuando las nevadas alcanzaban muchos centímetros de espesor, reparamos en que aquella ¡Blanca Navidad! de entonces, colmaba nuestras expectativas en todos los sentidos, pasando a ser nuestra Navidad preferida en el recuerdo.

Y, desde el hoy, ¡FELIZ NAVIDAD! para todos.


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