Ustedes lo disfruten.
CUADRO: DANI MESQUIDA
TODOS LOS DOMINGOS
Venía todos los domingos después de la hora de misa.Yo tenía siete años para ocho, y después de salir de la iglesia por callejones secretos que acortaban el camino, llegaba a la tienda sin resuello, estiraba de lado a lado mi falda negra, que acostumbraba a superar el umbral de la rodilla, me atusaba los cabellos, y comprobaba por enésima vez ese día, que la chaquetilla, los calcetines y los zapatos blancos de domingo estuvieran impecables. Una vez preparada y tras un profundo suspiro, aguardaba ansiosa que él llegara.Tenía algunos años más que yo y aquella era la única forma, pensaba entonces, de que él reparase en mi presencia.Los colores subían a mis mejillas en cuanto asomaba por la puerta.
-- Buenos días Carlos ¿lo de siempre? -- Sí. Las dos de blanco.Y depositaba de forma ruda sobre el mostrador las dos botellas de cristal.Eran más grandes que yo, pero me las apañaba para llevarlas a la trastienda, donde mi tío y mi hermano abrían el grifo de los barriles, y llenaban botellas y botellas de tinto o blanco de la casa. Nunca he podido olvidar aquel olor, y aquellos sutiles charcos que el líquido y el paso del tiempo, gravaban cual escultor sobre la piedra del suelo.Yo decía “blanco para Carlos” y ellos llenaban las botellas y las acercaban al mostrador. Él siempre llevaba el dinero justo. Yo adelantándome a que él dejara las monedas sobre la mesa interponía la mano para que él las depositara en mi palma. Alguna vez nuestras manos se rozaban y eso era lo más parecido a tocar el cielo con las manos.
©Luisa L. Cortiñas