Nos encargaron que lacásemos esta cómoda en color blanco, blanquísimo. Sin problema, esto está hecho, dijimos al cliente... Ésta de ahí abajo es la cómoda, y ese cajón blanco, no lo está de pintura, no... Es tal y como se quedó tras la primera mano de lija. ¿Os hacéis una idea de la cantidad de barniz que tenía? Después de ver que nos íbamos a dejar los higadillos con la lija...
..., decidimos atacar con el decapante. Tras una buena mano y su correspondiente tiempo de secado, lijamos toda la superficie con lana de acero. Conseguimos arrastrar "algo" del barniz. Para el cuerpo del mueble, al ser de líneas rectas, recurrimos directamente a la lijadora mecánica. Y para los cajones, volvimos a usar por tercera vez la lija, esta vez más gruesa. Y "hasta aquí", le dijimos al barniz
Lo siguiente fueron dos manos de imprimación y tres de pintura blanca de la marca Titanlux. Lo reconocemos, donde se ponga una pintura acrílica, que se quite la tiza y todo lo demás, al menos para nosotras. Su textura, su acabado, su manejabilidad... O será que hacía tiempo que no la usábamos en un mueble y nos ha encantado el reencuentro.
Por último, forrar la base de los cajones. Las futuras dueñas de la cómoda serán dos hermanas pequeñas, camino de convertirse en unas señoritas, así que nos decidimos por diferentes papeles vinílicos adhesivos con motivos florales, para darle un toque femenino y atemporal. Todo el mueble, incluido el papel, va protegido con varias manos de barniz para asegurar su futuro uso.
Aquí la tenéis terminada, lo cierto es que el blanco le ha sentado fenomenal y le ha quitado varios años de encima.
Lacar un mueble requiere paciencia y dedicación, pero el resultado final produce mucha satisfacción. Todavía no la han visto sus dueños en persona... ¡Esperemos que la cómoda cumpla todas sus expectativas! Con él nos vamos a ver a Marcela y sus findes frugales, que han vuelto de vacaciones. ¿Nos acompañáis?
¡Feliz fin de semana!