Cuando el IPCC y otras organizaciones alertan de los retrocesos de glaciares continentales asociado al calentamiento global el debate parece establecerse entre una panda de hippies románticos que queremos conservar las masas de hielo y los que defienden un progreso que necesita el consumo de combustibles fósiles. Es una visión muy simplista puesto que el calentamiento global no tiene como único efecto la pérdida de masas de hielo continentales, sinó que viene asociado a otros fenómenos (pérdida de zonas de cultivo por inundaciones, subida del nivel del mar, etc…) que tiene efectos serios sobre la actividad económica humana. Pero aún analizando sólo la pérdida de masa glaciar y nivológica en los macizos de zonas templadas el daño a la economía y la actividad humana es serio.
Glaciar de Lys a la altura de la Pirámide Vincent, 4.100m, alpes italianos, aunque las cuencas de acumulación de los principales glaciares alpinos aún muestran una gran actividad, los frentes de todos los glaciares europeos están en claro retroceso y la masa de hielo y por tanto la capacidad de alimentar las cuencas hídricas de Europa se está reduciendo.
Tan sólo ya en Europa el 40% del agua de nuestros ríos proviene de aguas glaciares alpinas, los Alpes alimentan ríos tan importantes como el Ródano o el Danubio. Un ejemplo de la importancia es que la sequía que sufrimos en Catalunya hace 3 años abrió el melón de un posible trasvase de aguas del Ródano hacia Catalunya. Un problema que se fundamenta en parte por la falta de reservas hidrológicas y nivológicas, fruto del calentamiento global buscaba solución en un río que en un futuro se verá amenazado también por ese calentamiento global.
Hoy podemos decir que los glaciares alpinos, aunque en franco retroceso no amenaza su desaparición definitiva en las próximas décadas. Al menos las cuencas de acumulación de las principales masas glaciares alpinas están en una situación bastante sana, aunque sus frentes de ablación están en un claro e indiscutible retroceso (hasta el punto que parece que han retrocedido más allá de la línea de mínimos del periodo cálido medieval y romano), pero que la vida de los glaciares alpinos sea larga, no implica que su retroceso y pérdida indiscutible de masa no afecte a las cuencas hidrológicas europeas. Al igual que pasa en otras cuencas hidrológicas dependientes de glaciares en retroceso (como en los Andes o en el Himalaya) la fase de degradación comienza con un período corto de abundancia de agua dulce con posibles inundaciones (cuando gran parte de la masa del glaciar se está perdiendo) con un paso a una fase de menor disponibilidad hídrica: con glaciares más pequeños y acumulación menor de reservas nivológicas que ayuden al crecimiento glaciar, hay menor cantidad de agua que se libera en verano para alimentar esas cuencas hídricas.
El futuro del agua dulce en Europa no es muy alagueño con unos glaciares alpinos en pleno retroceso, tal y como predice el IPCC, la pérdida de glaciares alpinos va a suponer que en zonas donde las sequías era algo casi desconocido como en las cuencas del Danubio y del Ródano van a ser tan endémicas como en la Europa meridional y la mayor parte de la costa mediterránea.
Mientras tanto, ¿en España que podemos esperar?, hasta el momento la cuenca hídrica del Ebro ha dado suficiente agua para un uso razonable de la agricultura, de la industria y del consumo doméstico de la cuenca irrigada, más allá de que ese agua es insuficiente para alimentar sueños de proyectos megalíticos urbanísticos insostenibles en el levante español, la cuenca hídrica del Ebro ha tenido mejor comportamiento que otras que se encuentran más al límite como la del Llobregat o el Ter. Para el caso de la cuenca hídrica del Ebro los glaciares pirenaicos tienen un papel muy secundario (nuestros glaciares son ridiculamente pequeños en comparación con los alpinos), en cambio las reservas nivológicas del pirineo español son importantes, ayudan al crecimiento del agua de los embalses justo cuando se aproxima el período de menor pluviometría. Una parte importante del agua embalsada que utilizamos en verano proviene precisamente de esa reserva nivológica que mediados y finales de primavera se derrite y llena nuestros embalses.
La cuenca del Ebro ha sido siempre bastante generosa, pero su evolución a lo largo del tiempo lleva que ha de comenzar a sufrir los mismos problemas que otras cuencas hídricas como la del Llobregat, aún sin trasvases ni extraños ensayos de urbanismo especulador que incremente injustificadamente el consumo de agua.
Si vemos los últimos datos de reservas nivológicas en el Pirineo, es evidente que los dos últimos años fueron relativamente buenos. Tanto el año pasado con un invierno con un ciclo de la Niña muy activo que trajo masas de aire fría al hemisferio norte hizo que la acumulación de nieve fuera buena y que a diferencia de hace dos años no tuviéramos problemas con la sequía, y este año con la anomalía del ártico desplazada que transformó el final del invierno y el inicio de la primavera en un verdadero paraiso de precipitaciones de nieve en toda Europa, han garantizado las reservas hídricas durante todo el verano. Pero la tendencia no es la de los últimos años, excepcionales dentro de la primera década del siglo XXI, la tendencia a largo y medio plazo es a reducir la cantidad de agua acumulada en la reserva nivológica.
Reservas nivológicas (en hm^3 de agua equivalente) en la cuenca pirenaica que alimenta al Ebro durante los 3 últimos años hídricos. Fuente: Ministerio de Medioambiente.Si la media entre 1950 y 2005 era de unos 2.300 hm^3 de agua acumulados en la reserva nivológica pirenaica, esta cantidad cae a menos de 1.500 hm^3 de media en la última década, con los dos últimos años excepcionales no se ha llegado a los 2.000 hm^3 de agua en forma de nieve acumulada en el Pirineo. Considerando que la capacidad máxima de los embalses de toda la cuenca hidrográfica del Ebro supera ligeramente los 7.000 hm^3, y que en un buen año como este esta reserva se encuentra sobre los 4.400 hm^3 esos 2.300 hm^3 de reservas en forma de nieve durante el inicio de la primavera es una cantidad poco despreciable, y una pérdida de 800 hm^3 de media supone un 25% menos de las reservas medias de agua disponibles cualquier mes de los últimos 10 años.
Reservas nivológicas, media 1950 – 2005, 2002-2005, en hm^3 equivalentes de agua. Fuente: Ministerio de Medioambiente.El hecho que podamos afrontar las futuras décadas con temperaturas más altas y menores reservas nivológicas en el Pirineo por un lado y la pérdida de masas glaciares enlos Alpes implica una Europa con menos agua dulce, menor disponibilidad de un recurso muy limitado tanto para el uso doméstico, como para la actividad económica y evidentemente para la agricultura. Aquellos que alegremente sueltan que un incremento de temperaturas ayudará a mejorar la agricultura en las zonas de Europa central y septemtrional olvidan que el factor limitante principal de la agricultura no es la temperatura sinó la disponibilidad de agua. A pesar del mayor frío en el siglo XVIII y XIX con respecto a la edad media en Europa, la revolución agrícola intensiva se pudo producir grácias a ese agua de origen glaciar, permitiendo mejorar los rendimientos agrícolas. Sin los glaciares no podríamos haber liberado mano de obra agraria hacia la actividad industrial.
Cuando algunos alertamos de la pérdida de reservas nivológicas y de masa de los glaciares no sólo estamos hablando de la pérdida de unas maravillas geológicas o la alteración de unos ecosistemas naturales, o la conservación de unos paisajes, sinó que estamos hablando directamente de algo tan básico para la actividad económica y social humana como es la disponibilidad de agua potable. Porqué el problema del agua, muy asociado a las zonas áridas de los países en vía de desarrollo o un problema ocasional de algunos países desarrollado, será un problema sistemático de los países occidentales avanzados incluidos si el calentamiento global sigue su curso sin que reduzcamos nuestras emisiones de gases invernadero.
Este post forma parte del Blog Action Day del 2010, dedicado al Agua.