Ayer escribí material para otro blog. Muchos días escribo solo para ese blog. Le dedico unos pocos minutos y ahí lo dejo. Durmiendo. Tal vez nunca llegue a sacar de la oscuridad esos párrafos ni los deje siquiera escapar de entre las cosas descartadas, desechadas, abandonadas.
En este blog visible que a ratos sí publico hay al menos dos blogs más. Uno es ese que permanecerá como borrador, un simple apunte oculto, suerte de reservado de puerta recóndita en algún pasillo de este local abierto. Guarda frases que no entrarán, posts que no llegarán a la bandeja de salida y que tendrían otra vida con solo hacer clic sobre el botón virtual de publicación. Pero supongo que está bien arrepentirse un poco, guardarse algo y dejarse un pequeño gajo en el limbo privado del que puede que jamás rescatemos nada.
Y otro blog es el que voy redactando entre líneas dentro de estas mismas afueras. Sus entradas no se corresponden necesariamente con estas que titulo de forma caprichosa, separándolas de las demás mediante fechas. En él hablo de un modo más íntimo, pongo sobre las palabras acentos personales, le doy a cada frase el aire necesario y le presto mis pulmones.
Quienes pasan por aquí pueden empezar leyendo lo primero que encuentren y, lo mismo da, seguir en la dirección que se les antoje. También están invitados a pasearse por el blog de lo sugerido, el de los espacios en blanco, el de las cosas que se soplan. Mientras tecleo imagino ese interlineado y sigo sin ser capaz de concretar lo que dejo escapar entre caracteres.
Y en lo que me reservo, a las puertas del blog de lo relegado, tapado pero tangible, acabo pensando que quizás mañana vuelva a escribir algo que nunca sacaré a la luz.