¡Hola, querubines!
Me complace decir que La Pluma... forma parte del blogtour de SI EL AMOR ES UNA ISLA, la nueva novela de Esther Sanz (si alguna vez he deseado perderme en una isla, es ahora) que verá la luz bajo el sello Destino de Planeta.
Os traigo un nuevo y suculento fragmento del primer capítulo, que continúa el posteado en el blog Crónicas de los reinos y seguirá mañana en Lectura directa. ATENTOS :) CAPÍTULO 1. EXTRACTO 4
[...El viento agitó mi pelo mojado. Un gélido estremecimiento me recorrió la columna.Por extraño que fuera, poner el pie en aquella isla me había hecho tomar conciencia, por primera vez, del empleo que había aceptado y de sus duras condiciones. Pensé en Barcelona y en la vida que dejaba atrás. Los plátanos habían empezado a teñir de marrón la ciudad y a inundar las aceras de hojas secas, pero todavía hacía buen tiempo. Aquel debía ser mi primer año de universidad, pues me había inscrito en filología inglesa y las clases comenzaban esa misma semana.¿Qué demonios hacía entonces en aquella fría y solitaria isla a más de mil kilómetros de casa?Me recordé que tenía una misión allí: ayudar ami padre.Tuve que reconocer también que una parte de mí se sentía extrañamente excitada y llena de curiosidad por lo que pudieran depararme los próximos meses. Por suerte había dejado de llover. Respiré hondo antes de cargarme la mochila a la espalda y dirigirme al túnel de roca que daba entrada a Sark. Nada más atravesarlo, aspiré un agradable aroma a salitre mezclado con coco. No tardaría en acostumbrarme a aquella fragancia que desprende la flor amarilla de la retama, cuyo perfume se vuelve más intenso en los días húmedos. Al otro lado me encontré con una explanada de tierra y un camino sin asfaltar que se perdía colina arriba. Había una especie de remolque turístico enganchado a un tractor, tan oxidado y viejo que deduje que hacía tiempo que no se usaba.Me pregunté si Silence Hill estaría muy lejos de allí. Con los preparativos del viaje no había tenido ocasión de informarme mucho sobre el lugar donde pasaría aquel año de mi vida, pero sabía que era la isla británica más pequeña del Canal de la Mancha y que su superficie no superaba los cinco kilómetros cuadrados. Miré al cielo con preocupación y decidí seguir el sendero antes de que la tormenta se me echara encima. El sol, cuyos rayos apenas lograban iluminar el día, estaba cubierto por nubes de lluvia...]