"Happy Bloomsday!".
El primero en descubrirse el sombrero ante los visitantes de medio mundo es James Holahan, allá en la torre Martello, algo así como la Meca del Ulises, por la que pasan todos los años 45.000 peregrinos literarios.
«Para mí que Joyce decidió arrancar aquí porque es un lugar de resonancias hamletianas, con el oleaje golpeando en las rocas. También porque desde aquí se otea a lo lejos la ciudad, y en algún lugar tiene que arrancar el viaje de Telémaco».
Un alboroto de gaviotas arropa a los nadadores que han venido hasta aquí a la hora de rigor, ocho de la mañana, para recrear las andanzas iniciales de Stephen Dedalus, que más tarde cederá el testigo a Leopold Bloom. Aunque la atención se centra de entrada del «orondo» Buck Mulligan, que llega por el hueco de la ensortijada escalera con un cuenco lleno de espuma y una navaja de afeitar.
El día amanece feliz pero desapacible. Aun así hay ya varios intrépidos bañistas dispuestos a emular a Mulligan con un baño en las aguas de Sandycove. Ajenos al oleaje, otros deciden asistir a la lectura iniciática del Ulises a cargo de Bryan Murray.
O al desmelenado monólogo de Molly Bloom con la voz de Caitríona Ní Threasaigh. O al diálogo incesante de los joyceanos llegados para la ocasión de lugares tan familiares como Valencia (luego hablaremos de los Bloomers).
Fuente:
- ''Bloomsday': riñones de cerdo fritos, jabón de limón y una visita al 'barrio rojo' en honor a Joyce'.
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