1966. Michelangelo Antonioni, fallecido curiosamente el mismo día que Igmar Bergman (los grandes prefieren irse juntos), rueda Blow Up: Deseo de una mañana de verano. Basada en un cuento de Julio Cortázar, que incluso realiza un breve cameo en la película, el título se antoja Shakespiriano. Las babas del diablo es el pequeño relato de Cortázar, y le sirve a Antonioni de inspiración para esa adpatación libre que es Blow Up, una historia ambientada en el Londres cultural y anímicamente efervescente de mediados de los 60, una vez superada la postguerra.
Cortázar a su vez se basó en lo que le contó el legendario y misterioso fotógrafo chilenoSergio Larrain. Éste, mientras residía en Paris, tomó una fotografía desde la Ile Sant Luis hacia Notre- Dame, en la que tras el revelado pudo descubrir un “acto de malas costumbres” que se le había pasado por alto mientras tomaba la instantánea.
La imagen y la tecnología como ventanas a una realidad que no percibimos. Una conversación entre el fotógrafo y el sujeto de la fotografía. La magia del cine, la tensión de esos largas secuencias en las que vemos al protagonista (fotógrafo) de esta historia, capturando momentos de la vida cotidiana. Un hombre harto de tener su estudio siempre lleno de mujeres perfectas posando, ávidas de mostrar su mejor perfil, su figura perfecta. Los hábitos de trabajo y sexuales de este personaje principal interpretado por David Hemmings, parecen estar basados en los de David Bailey, un fotógrafo londinense que fotografió a numerosas modelos, actrices y bandas musicales de la época. Un Londres pop reflejado en la primera producción británica, dicen, que mostró un desnudo femenino frontal.Una de las primeras películas para la mítica Vanessa Redgrave y la primera para una jovencísima Jane Birkin, que protagoniza su primera polémica, tres años antes de la sensual Je t’aime… moi non plus, junto a Serge Gainsbourg.
La música a cargo de Herbie Hancock y un tema para The Yardbirds, con Jimmy Page y Jeff Beck) en los que ellos mismos aparecen sobre un escenario interpretando Stroll On. Pero no es música como banda sonora, sino como música ambiental. De hecho las escenas que más incertidumbre y desasosiego provocan, no tienen música alguna. Quizás por eso son más inquietantes y descorazonadoras, porque no hay sonido que pueda guiarte a saber lo que pasa. Sólo se escucha el viento moviendo los árboles en Maryon Park. El espectador en la piel del protagonista capturando una realidad de la que no tiene ni idea.