Revista Cultura y Ocio

Blue Hotel

Publicado el 17 noviembre 2011 por Kar
La tarjeta que abre la puerta de mi habitación no funciona. Qué rabia da cuando uno llega a la habitación, mete la tarjetita en la ranura y la luz se ilumina en rojo. Bajo a la recepción. Hago la cola pertinente y le explico el caso a la persona que me atiende. Escruta la pantalla de su ordenador. Me pide el número de habitación. Veintiuno veintidós. Decir “dos mil ciento veintidós” me resulta poco ágil. Vuelve a mirar la pantalla y me dice “esta tarjeta no corresponde a la veintiuno veintidós”. Llevo tres noches en este sitio. Mira de nuevo extrañada la pantalla y comienza a hablar. Dice “dónde…” y de repente se calla, como cuando comienzas a decir algo y te arrepientes, pero las primeras palabras ya han salido de tu boca. Me da la sensación de que me iba a preguntar “dónde ha estado durmiendo”. Me entra la risa y le digo “le aseguro que llevo tres noches en la misma cama”. Y me dice “pues tiene la tarjeta de la veinte cero dos”. Yo no entiendo nada. Pero me da igual. Sólo quiero subir a mi habitación. Desde donde escribo ahora mismo. 2122, que lo sepáis. Claro que ahora me pregunto qué debía haber en esa 2002 que, por lo visto, mi tarjeta podía abrir. Qué o quién.
Aunque, por otra parte tampoco sería la primera vez que me equivoco de número de habitación. Y no, no se trata de una “equivocación” intencionada de esas de comedia de enredos. En alguna ocasión he intentado entrar en la habitación con el número que tenía… en el hotel anterior

Blue Hotel

Un tío con clase

Los hoteles son sitios curiosos. Lugares fríos e impersonales como pocos, donde todo el mundo te trata de usted y te rinde una falsa pleitesía. Si pasas allí bastantes días, reconoces a las personas de los diferentes turnos, pero, en general, ellos no a ti. Como en todos los lugares, no obstante, uno se genera una serie de hábitos. Resulta sorprendente lo rápido que nos adaptamos a los ambientes. Bajamos al buffet del desayuno y comemos cosas que nunca tomaríamos en casa, donde nos apañamos con un cortado y, haciendo un exceso, dos galletas. Durante una época, tenía siempre la televisión de la habitación encendida, un canal de noticias como CNN o BBC News, sin verlo, como sonido de fondo. De un tiempo a esta parte, puedo pasar nueve noches en una habitación de hotel sin haber encendido el televisor. Y por la mañana, nada más despertarme, hacer sonar mi reproductor de música mientras me espabilo.
Personalmente, lo suelo dejar todo desordenado. No me gusta la gente que llega a una habitación de hotel y lo primero que hace es deshacer la maleta y colgar la ropa bien ordenadita en el armario. Yo lo voy acumulando todo y por la mañana, antes de salir, parece que alguien haya puesto una bomba en mi maleta y al estallar, haya desperdigado todos mis enseres. Pero me gusta cuando llego por la noche y todo está pulcramente colocado. Y vuelta a empezar. Como el día de la marmota en versión retrasado mental. Soy un tío simple.

Blue Hotel

Qué gran personaje, el de Bill Murray

El hall y el bar son sitios interesantes de visitar, especialmente cuando uno está solo. Todo es de una limpieza aséptica que acongoja. Gente que pasa, que espera a otra gente, empleados del hotel, siempre de punta en blanco (“buenas tardes, señor”). Y en el bar, algunos grupos, pero también mucha gente sola. Revisando algunas notas, o simplemente estando allí, bebiendo Stella Artois o alguna mierda similar. Algunos le dan la vara al camarero, que con resignación, aguanta.
En un acto de constricción por la cena opípara del día anterior, vas al gimnasio del hotel. Con torpeza, intentas sudar la mala conciencia en unas máquinas que no conoces, intentando no pasar más de cinco minutos mirando la pantalla para tratar de averiguar cómo hacer que la dichosa cinta comience a girar a un ritmo soportable.
Y aunque se le tache de snob, de cultureta, de comedieta romántica disfrazada de cool, y de muchas otras cosas más, una película como “Lost In Translation” es capaz de expresar varias de las sensaciones de estar viviendo en un hotel, en un destino lejano, constantemente de paso. Y el personaje de Bill Murray mola. Y Scarlett Johansson está muy buena.
Canciones:
Chris Isaak: “Blue Hotel”
Koko Taylor: “That’s Why I’m Crying”
Radiohead: “Exit Music (for a film)”

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