Vas pateando las calles de Sevilla, en busca de fuentes para un reportaje en el que te juegas mucho trabajo cuando, de repente, bajo la sombra de un árbol centenario y en mitad del centro histórico de la ciudad, te encuentras esto.
Es entonces cuando te percatas para qué sirve una botella de Coronita vacía y te sientas en un banco, a la sombra fresca del envés de las hojas, a disfrutar del momento.
Y además hubo segunda parte.