Idioma original: Inglés
Año: 1975
Discográfica: Columbia
Género: Poesía
Valoración: Así sí
En Libros Prohibidos estábamos tardando ya demasiado en hacernos eco de la polémica literaria del año. A Bob Dylan le dieron el premio Nobel de literatura y todo el mundo habló sobre ello. De repente, el planeta se dividió en dos: los que estaban encantados y los que pensaban que había sido un gran error. Y es que la decisión de la Academia Sueca ha conseguido llevar a las portadas de los medios de comunicación de masas una pregunta que antes sólo solía plantearse en el mundo académico: ¿qué es literatura? Sobre esta cuestión cada uno puede tener la opinión que le dé la gana, por supuesto, y Bob Dylan tiene la suya propia, como ha reflejado en el discurso de aceptación del premio.
Yo, personalmente, creo que el Nobel de literatura de 2016 nos ha hecho volver la mirada atrás más de 2600 años, hasta Safo quizás, para pensar y discutir sobre el sentido estrictamente etimológico del término “poesía lírica”. Ésta es mi opinión puramente subjetiva, pero la escribo con seguridad, respaldado por los más de 1000 autores (sólo de lengua inglesa, ni imaginar quiero cuántos habrá en todo el mundo) que han dedicado libros enteros a Bob Dylan y su obra (eso sí, todos ellos también subjetivos; el que os diga que no es subjetivo os está engañando). Y es que el análisis de la obra de este cantautor desde un punto de vista literario está ahora de moda, pero tiene una larga tradición, generalmente reservada a artículos especializados o a tesis doctorales. La única diferencia es que ahora esta tradición ha llegado a “todos los públicos”, gracias al Nobel. Sin embargo, busco y rebusco por internet y echo en falta algo: hay muchos análisis literarios de canciones de Dylan, o de aspectos poéticos generales de toda su obra, pero no parece haber muchas consideraciones de sus discos como poemarios individuales. Así que, aun a sabiendas de estar equivocándome, le voy a echar morro y voy a escribir aquí que Libros Prohibidos es la primera web de crítica literaria en presentar la reseña de un disco de Bob Dylan como si fuera un libro.
¿Y por qué Blood on the tracks y no otro de los más de 30 discos de Dylan? No es porque muchos de sus fans lo consideren el mejor de su carrera, ni porque alrededor de este disco concreto haya infinitas anécdotas, ni porque la enrevesada historia de su composición y grabación haya dado para escribir libros, ni porque algunos escritores hayan confesado haberse inspirado en él para personajes de sus novelas, ni tampoco porque se hayan llegado a plantear adaptaciones cinematográficas del propio disco. La razón por la que he elegido Blood on the tracks es porque las diez canciones que lo componen presentan la homogeneidad temática, riqueza estilística y calidad lírica necesarias para que hasta el más anti-Nobel esté de acuerdo conmigo en considerarlo como un poemario individual.
Los diez poemas de Blood on the tracks están dedicados exclusivamente al desamor, convirtiendo al disco en algo así como un “Largo lamento“. Cada vez que leemos poemas de desamor solemos interpretar automáticamente que el escritor está plasmando en ellos su propia experiencia personal, y lo mismo ha ocurrido tradicionalmente con los fans de Dylan. La leyenda cuenta que durante el verano de 1974 la relación de Robert Zimmerman con su esposa fue deteriorándose y acabó por romperse, lo que llevó a nuestro poeta a encerrarse con una guitarra para plasmar su frustración, su rabia y su dolor en un papel en blanco. Sin embargo, Dylan ha desmentido que los poemas que componen el álbum sean autobiográficos, y ha insinuado que para escribirlos se inspiró en los relatos de Anton Chéjov. Esta versión de Dylan sería muy interesante desde el punto de vista del análisis literario (junto con las referencias a Dante, o a Rimbaud y Verlain, que se encuentran en el disco), pero como ocurre siempre en arte, la interpretación del propio autor no tiene por qué coincidir con lo que percibimos los receptores, y la realidad es que 40 años después de su creación, Blood on the tracks sigue siendo un eterno refugio para corazones rotos, para todos aquéllos que han tenido que “forcejear entre alambre de espino” al atravesar esa dura frontera que siempre rodea al amor.
En Blood on the tracks, todos los poemas tratan sobre el desamor, pero cada uno utiliza una óptica diferente, en cada uno se percibe un matiz distinto, en cada uno aflora (y cada uno produce) un sentimiento nuevo. Podría decirse que este poemario es una enciclopedia del desamor. Algunos de los poemas utilizan una poesía narrativa, de estilo muy norteamircano, para reflejan todo el desarrollo de una relación sentimental, como Lily, Rosemary and the Jack of Hearts, un excelente relato breve en verso, de estética western, y de tono casi épico* sobre un intrigante triángulo amoroso; o Tangled up in blue, narración en primera persona de una relación, que empezando por la tristeza del final (esa tristeza que siempre es azul en inglés) y alterando el orden cronológico, consigue reflejar la confusión y el enredo, sugerido en el título, que la relación ha causado en el protagonista. Otros poemas, sin embargo, se centran en el propio momento de la ruptura: en algunos de ellos el yo poético adopta el rol de amante herido y desconsolado, desgranando imágenes de dolor agudo, “un dolor que viene y va / como un sacacorchos en mi corazón”, mientras que en otros poemas se transforma el desconsuelo en despecho, e incluso en rabia directamente insultante, como en Idiot wind. En el poema Simple twist of fate, Dylan juega con el lector alterando el punto de vista de la tercera a la primera persona, en la historia de una ruptura marcada por un “simple giro del destino”, que queda reflejado en los giros y cambios inesperados de las rimas a lo largo del poema.
Muchas son las facetas del desamor que se tratan en el poemario Blood on the tracks, y muchas son las formas diferentes de tratarlas. Esta variedad en los estilos y subgéneros dentro de la lírica es otro factor que añade calidad literaria a esta obra de Dylan. No sólo contiene narraciones poéticas de rupturas amorosas o baladas intimistas con lamentos desgarradores, sino que incluye otros géneros poéticos, como el epistolar de If you see her, say hello, una carta dirigida a un amigo que viaja a la ciudad en la que vive aquella amada a la que él todavía no ha conseguido olvidar, pese a que hace ya tiempo que ella decidió marcharse. Y no podía faltar un subgénero clásico dentro de la lírica popular norteamericana como es el blues, con su imaginería y métrica características, en Meet me in the morning.
En resumidas cuentas, no sé si algún día alguien tendrá claro lo que es literatura o si ese día alguien podrá dar un veredicto inequívoco sobre el acierto o el error de la academia sueca en 2016; pero lo que sí sé es que nunca llegará el día en que deje de haber corazones rotos. Tanto si estos poemas son literatura como si no lo son, merecedores o no de un Nobel, Blood on the tracks seguirá encontrando lectores cada vez que un corazón roto ponga la aguja del tocadiscos en las venas de sus pistas y escuche la sangre que gotean.
*Por cierto, las malas lenguas cuentan que Homero también fue en realidad un tipo que iba por ahí cantando poemas narrativos, sólo que de alguna forma también consiguió engañar a las altas esferas intelectuales, como Dylan, para que lo consideraran como literato.
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