Valle de Aguilar
Veo ahora, dejando que la luz me venza, un trasunto del invierno que llegó ayer, sin aviso, cuando ya no quería sino descanso y temple. Cómo arrebata la gratitud el frío, afila el hueso y tiñe la ilusión. En el sonido de la brisa olvidada del verano se escondían, sin embargo, las cabriolas del impulso primero, los nervios del ciervo joven, la grama tupida: tras la roca aguarda la escarcha su turno paciente, y el rayo y el grano mojado. En la estación de paso, en el gozne del otoño, un perro aúlla su lamento y queda, como el rumor de la piedra, estancado en los siglos.
Me espera el bosque, inquieto, con las ramas ansiando el siena, el verdemar, el son del aire, el peregrinaje de todos los días que prometían la incursión en la arboleda. Y tal vez, si el tiempo no me empuja, pueda imaginar, en ese boceto, un rostro curtido y una mano franca. Haga el frío lo suyo, en los días cabales.