Nada tengo contra la nobleza, de esa que abunda tanto entre cortijos y olivares, se conoce que es Andalucía un terreno propicio para los latifundios y los títulos heredados, aunque algunos se hayn visto venidos a menos. El glamour ibérico siempre tiene tintes de sangre y arena, como los toros, y no se parece, por ejemplo, a los encorsetados británicos con su flema de tragicomedia de P.G. Wodehouse. De todos modos un hombre no se vestiría así jamás, ni en el día de su enlace matrimonial, con atuendo entre bombero y soldado prusiano decimonónico, mientras le espera un automóvil alemán de último modelo en la puerta del templo. Las revistas los sacan en portada, porque en el fondo, la muchacha que canta en el karaoke y gasta “leggins” de vértigo, sueña cada noche con el militar antiguo que la pasee del brazo bajo una colección muy larga de sables apuntando al cielo.