Boicot

Recientemente, daba cuenta este blog de las declaraciones homofóbicas y, por encima de todo, fuera de tono neuronal, del presidente de la FIFA, el homófobo Joseph Blatter. Diversos medios digitales y algún colectivo extramuros andan pidiéndole, estos días, que rectifique, cosa que ni de coña hará; a lo sumo, el organismo megazoo emitirá un comunicado de donde-dije-digo…, justificándose atacando: todo habrá sido por culpa no de lo que el señor presidente dijo, sino por la mala baba de quienes han descontextualizado las palabras del señor presidente… Y veinticinco (fun, fun, fun) jamones con chorreras.

Con estos tipos, que siempre quedan impunes, sobran las palabras, los ruegos y las solicitudes. Lo único eficaz es el boicot. Boicot a la FIFA –de las formas que sean- hasta que este nematelminto pida perdón públicamente, se retracte y, eventualmente, sea cesado. Que nadie vea un puto partido del mundial de Qatar, boicot a las televisiones que emitan los encuentros, boicot…

Tenemos estas armas –el boicot- en nuestras manos. Ya está bien que todo el mundo haga de su capa un sayo con el honor y la dignidad de las personas gays. Es hora de luchar, de abandonar el sofá y pasar a la acción. O incluso, desde el sofá, la acción puede ser tan sencilla como apagar la tele cuando empiece el partido.

No podemos bajar la guardia, ante el pujante rearme fundamentalista que nos sobreviene desde todos los frentes. Si dejamos pasar estos ataques sin reaccionar, conseguirán devolvernos a las catacumbas lóbregas de un armario del que, según ellos, jamás debimos salir.

En nuestras manos está.

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