A 6.000 kilómetros de España, la República Islámica de Pakistán, con una población que cuadriplica la de nuestro país, también tiene un nombre para su producción cinematográfica: Lollywood. Eso sí, la industria del séptimo arte de su vecina, India, es un referente para este país, y buena muestra de ello es la cantidad de actores, actrices y cineastas que consideran un triunfo pasar de trabajar en Pakistán a Bollywood. Personalmente creo que es una cuestión de caché y, finalmente, dinero, pero si se consiguen hacer películas de calidad, no importa el lugar en que se haga. Eso sí, es cierto que hay países en los que hay mayor facilidad para la producción, por lo que un porcentaje altísimo de la gente del mundo del cine encuentra más cómodo emigrar a uno de estos lugares para desarrollarse en su trabajo.
Lo más universal de esta cinta tiene que ver con las emociones, con las vivencias de las protagonistas. La experiencia de unas hijas sometidas a la dictadura familiar de su padre no es algo exclusivo de Pakistán. El enfrentamiento entre la mente cerrada del pasado y atada a la religión con la nueva forma de ver la vida y de querer abrirse al mundo es un tema que, se trate en el lugar que se trate, el público entenderá y percibirá como algo propio.
‘Bol’ es un drama, para mi gusto, excesivamente largo, y que quiere abarcar demasiadas historias a la vez. No es que no se pueda hacer en cine, sino que es muy complicado hacerlo bien. Esta película narra una historia principal que a su vez contiene diversas subtramas. Estas subtramas a veces toman más protagonismo del que les debería corresponder, llegando a desvirtuar en ciertos momentos el mensaje principal. Su director y guionista, Shoaib Mansoor, abarca demasiado para que finalmente le sea complicado apretar en los temas que parece querer destacar.
De los aspectos técnicos destacan, sobre todo, los más visuales: tanto la fotografía como el uso y movimiento de la cámara. Ya desde la primera imagen de la película quedan manifiestas las ganas de sorprender y la sutileza en el empleo del lenguaje visual.
Quizá la música flojea un poco, aunque ciertas canciones están bien escogidas, pero al conjunto musical le ocurre lo mismo que a la historia, que se pierde en querer abarcar muchos estilos diferentes.
En cuanto al planteamiento de la historia, es lo mejor del filme. Tema aparte es cómo ha terminado enlazando los temas que trata y cómo lo ha llevado a cabo.
Una familia de Pakistán con pocos recursos tiene 7 hijas. El padre, una persona con una mentalidad muy arraigada en la religión y en las costumbres, quiere tener un niño, pero la naturaleza no parece estar de su parte. Finalmente, cuando parece que ha tenido la suerte que tanto ansiaba, resulta que es hermafrodita. La testarudez del padre unida al machismo del mundo en el que se desenvuelven las hijas hacen muy difícil la vida, tanto del octavo hijo como de sus hermanas y su madre.
Una de las hijas cuestiona constantemente las creencias de su padre (es la que cuenta la historia) y tiene enfrentamientos frecuentemente con él. El resto del argumento tiene que ver con las vivencias de estas hermanas y es mejor verlo que leerlo aquí.
Las interpretaciones tienen sus altibajos. En algunos momentos son comedidas, pero no logran mantenerse durante todo el metraje a la misma altura. En este sentido tienen la virtud y el defecto de las telenovelas: quieren dramatizar en exceso algunos momentos. Por otra parte, igual deberían explicarse algunos personajes un poco más para que podamos entenderlos y reducir otros tiempos de momentos que aportan menos, como por ejemplo cuando se explica la historia de amor entre una de las hijas y el chico médico cantante, que se extiende demasiado sin dar más información.
Aunque tiene una duración excesiva para la historia que plantea, consigue que sea entretenida. A los amantes de las telenovelas es muy probable que les guste, ya que su estructura es similar y tiene los mismos elementos para atrapar al espectador.
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