Sin plan, sin brújula, sin destino. No sé cómo has leído tú, pero yo he leído así, saltando en el tiempo y el espacio, de Auster a Chaves Nogales, de Bradbury a Vila-Matas, de Magris a Beevor… Una locura didáctica. “¡Cómo!, ¿no has leído a Corpus Barga?”, me preguntó mi amigo Paul, que además de periodista y escritor es alemán y habla español mejor que yo. “Es que mis lecturas han sido un poco caóticas y tengo muchos espacios en blanco”. Me miró con su amable sonrisa y sentenció: “Ya”.
No me atreví a decir que tampoco había leído a Ramón y que, antes de leer ‘Los pasos contados’ prefería sumergirme en ‘Automoribundia’. Vamos, que otra vez me iba a saltar el orden e iba a leer al sobrino antes que al tío. Hubo un tiempo en que pensaba que comprar un libro era el primer paso para su lectura. Su presencia me recordaría el impulso de leer que un día sentí al descubrirlo. Bastaría que ocupase un espacio real para no quedar olvidado.
Con Bolaño no ha funcionado. ‘Los detectives salvajes’ lleva mirándome desde la estantería trece años. A su lado está ‘2666’, que llegó más tarde, con su lomo de tapa dura, rojo y brillante. Los dos gordos son indiferentes a mi desapego. “No quieres leernos, pues tú te lo pierdes, buey”. Sí, ‘buey’ no parece chileno, pero gracias a la exposición que acaba de inaugurarse en el Matadero de Madrid he recordado que Bolaño vivió en México los años decisivos de su juventud y que pasó en Blanes (Girona) de ser un poeta anónimo a un novelista consagrado y mundial: “Mi patria es mi hijo y mi biblioteca”. Su país, en fin, estaba en las palabras.
“En realidad muchas pueden ser las patrias de un escritor, a veces la identidad de esta patria depende en grado sumo de aquello que ese momento está escribiendo. Muchas pueden ser las patrias, se me ocurre ahora, pero uno solo el pasaporte, y ese pasaporte evidentemente es el de la calidad de la escritura. Que no significa escribir bien, porque eso lo puede hacer cualquiera, sino escribir maravillosamente bien, y ni siquiera eso, pues escribir maravillosamente bien también lo puede hacer cualquiera. ¿Entonces qué es una escritura de calidad? Pues lo que siempre ha sido: saber meter la cabeza en lo oscuro, saber saltar al vacío, saber que la literatura básicamente es un oficio peligroso”.
Las palabras de este texto brillan en uno de los paneles que jalonan ‘Archivo Bolaño 1977-2003’. La exposición se acerca a la vida corta, demasiado corta, del escritor chileno a través de autorretratos de fotomatón, retratos de grupo con amigos escritores, la chapa que llevaba en el camping ‘Estrella de Mar’ de Castelldefels – donde trabajó como vigilante nocturno -, viejos libros y juegos de estrategia y, sobre todo, decenas de cuadernos. En total, cuatro novelas, una veintena de cuentos y decenas de poemas inéditos que cabrían sin problemas en un lápiz de memoria minúsculo y anodino, pero que se conservan en folios mecanografiados y cuadernos de lomo de alambre y páginas cuadriculadas, apuradas hasta los márgenes por una letra menuda que parece escrita con un boli Bic. Documentos de un tiempo predigital.
Es muy difícil exponer la vida de un escritor. La sala de la Casa del Lector no ayuda. Es demasiado fría, demasiado grande, demasiado gris. Sobra hormigón en este espacio casi industrial. Pero cuando una hora después terminé mi paseo por paneles y vitrinas, descubrí que había mucha más gente que cuando llegué. Los más afortunados pertenecen a esta tribu feliz, han devorado sin tregua ‘Los detectives salvajes’ y ‘2666’. Pero intuyo que la mayoría aún no han penetrado en su literatura única y compleja, imperfecta y torrencial, que todavía no han presenciado el combate sin armadura del último de los gigantes. Es lo que cuentan los cronistas de la gesta. Yo, lo reconozco, hablo de oídas. Aún no pertenezco a esa tribu feliz.
Pd: Escondidos en el texto, hay recopilaciones de frases de Bolaño, artículos de Josep Lapidario y Guille Ortiz, y dos enlaces que repito porque no quiero que los dejéis pasar: el retrato de Bolaño de Vila-Matas, uno de sus grandes amigos, y el gran reportaje que ‘Imprescindibles’ dedicó en La2 al escritor.