En la posesión presidencial en Brasil, es destacable que el presidente Morales —en un entorno poco afín con la mayoría de los invitados en sus antípodas políticas— no haya mostrado lo ideologizada que están nuestras relaciones exteriores y, además, haya moderado —callado más bien— su diatriba habitual de la izquierda made in Foro de São Paulo. (También lo demostró el corto encuentro con Piñera, el primero tras La Haya.) Ese cambio—espero que no sólo sea temporal— es fundamental porque entre ambos países hay vínculos muy importantes: somos miembros del MERCOSUR; Brasil es el principal exportador regional a Bolivia y su principal importador —hasta ahora y por corto tiempo más porque el negocio del gas se le achica a Bolivia, que urgentemente le busca compradores privados en ese país, además de para la urea chapareña—; la frontera común es la segunda mayor sudamericana y los vínculos entre nacionales son profundos y diversos. Pero también hay en contra: Bolivia narcoexporta a Brasil y los cárteles brasileños están acá; la corrupción de la época petista salpicaba a Bolivia y el alineamiento masista con el PT ha podido ser suicida para el futuro de las relaciones.¿Qué pasará? De cumplir Bolsonaro sus promesas, el combate a la droga será intenso; Brasil buscará la autosuficiencia energética dentro del plan de austeridad y en lo exterior e ideológico combatirá a los gobiernos remanentes del socialismo 21 —está pendiente si el apoyo de Bolsonaro a sectores opositores— y a su propia izquierda forista. Todos panoramas que impiden augurios esperanzadores pero capeables con pragmatismo en ambas fronteras.
Revista Opinión
En la posesión presidencial en Brasil, es destacable que el presidente Morales —en un entorno poco afín con la mayoría de los invitados en sus antípodas políticas— no haya mostrado lo ideologizada que están nuestras relaciones exteriores y, además, haya moderado —callado más bien— su diatriba habitual de la izquierda made in Foro de São Paulo. (También lo demostró el corto encuentro con Piñera, el primero tras La Haya.) Ese cambio—espero que no sólo sea temporal— es fundamental porque entre ambos países hay vínculos muy importantes: somos miembros del MERCOSUR; Brasil es el principal exportador regional a Bolivia y su principal importador —hasta ahora y por corto tiempo más porque el negocio del gas se le achica a Bolivia, que urgentemente le busca compradores privados en ese país, además de para la urea chapareña—; la frontera común es la segunda mayor sudamericana y los vínculos entre nacionales son profundos y diversos. Pero también hay en contra: Bolivia narcoexporta a Brasil y los cárteles brasileños están acá; la corrupción de la época petista salpicaba a Bolivia y el alineamiento masista con el PT ha podido ser suicida para el futuro de las relaciones.¿Qué pasará? De cumplir Bolsonaro sus promesas, el combate a la droga será intenso; Brasil buscará la autosuficiencia energética dentro del plan de austeridad y en lo exterior e ideológico combatirá a los gobiernos remanentes del socialismo 21 —está pendiente si el apoyo de Bolsonaro a sectores opositores— y a su propia izquierda forista. Todos panoramas que impiden augurios esperanzadores pero capeables con pragmatismo en ambas fronteras.