Revista Viajes

Bolivia: la paz, la ciudad sumergida en una caldera

Por Merche_62

El primer día que llegamos a La Paz, el trufi nos dejó en el barrio de El Alto, así que desde allí tomamos un taxi y fuimos bajando toda la ciudad quedándonos asombrados pues las casas se encontraban repartidas en toda la ladera formando un profundo hoyo al que llamaban “Caldera”.

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Nos habiamos alojado en el Hotel Boutique El Consulado, cerca del centro, junto a la avenida de Prado. Y es cuando presenciamos la fiesta del Gran Poder.

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Al dia siguiente salimos y en la misma avenida nos encontramos la escultura ecuestre de Simón Bolívar. 

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A 500 mts del hotel, dos calles más arriba visitamos el Museo Nacional de Arte.

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Hacían una exposición de mujeres creadoras de arte. Se encontraba ubicado en un edificio barroco andino de 1775.

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Nos dirigimos hacia la Plaza de San Francisco donde estaban oficiando la misa.

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A continuación, subimos una calle para ver el famoso Mercado de las Brujas, más bien se había convertido en un mercado turístico donde vendían desde pócimas hasta fetos de llamas. 

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Estaba dirigido por los brujos locales. También habían ranas secas y armadillos, plantas medicinales como la retama…etc.

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Todo estos artilugios se utilizan en los rituales de los Andes. Los “yatiris” son los brujos locales que suelen ser identificados por sus sombreros negros. Llevan bolsas de coco conteniendo amuletos. 

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Mi sensación es que toda esta parafernalia servía para llamar la atención de los turistas.

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Después fuimos con un taxi a la calle Jaén donde se encontraban bonitas casas coloniales y los mejores museos de la ciudad. 

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Bajamos hasta la Plaza Murillo que estaba muy animada y con muchas palomas. A un lado se encontraba la Catedral y el antiguo Palacio Presidencial donde unos soldados con casacas rojas se encontraban vigilando el edificio del Gobierno.

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Nos encontramos en la misma plaza con una fiesta de graduación del tercer año de enfermería. Las familias estaban celebrándolo con sus hijos recién sacados los títulos.

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Las mamás cholitas iban elegantemente vestidas con sus polleras llenas de enaguas, cuantas más enaguas lleven más orgullosas estaban de su pollera.

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Los maridos y otros familiares se dejaban hacer fotos y no dudamos en aprovechar la ocasión. Siempre con prudencia y respetando.

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Otro día fuimos hacia el teleférico e hicimos un recorrido por varias líneas tomando la línea celeste que iba hasta el Libertador, después la línea amarilla hasta el mirador, haciendo transbordo en la línea plateada hasta 16 de Julio y posteriormente la línea roja hasta la Estación Central. Fue un bonito recorrido de 1:15 h por tan solo €1 los dos.

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En cada cabina que montábamos había algún pasajero con nosotros: un hombre de negocios, una trabajadora, una mamá con su bebé y la abuela...

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Olga Vanesa era la madre de Marcelo y la abuela era una cholita que vivían en El Alto, hacían trasbordo a otra línea más allá de El Alto.

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Fue impresionante ver la caldera desde arriba y comprobar cómo funcionaba la red del teleférico. cuando llegas arriba se notan los 4100 metros s.n.m. y el frío que hace. 

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Eran curiosas las edificaciones que estaban sin pintar, sólo con ladrillo. Al fondo vimos el pico Illimaní de 6200 m y el Wayna Potosí de 6480 metros s.n.m., ambos con nieve.

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Con algún que otro pasajero comentamos que habíamos asistido a la fiesta del Gran Poder y nos decían que aquí la única diversión que tenía la gente era bailar y beber porque no había otra cosa. 

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Y es que en  la ciudad de La Paz todo son subidas y bajadas y apenas había zonas verdes, solo se podía disfrutar del lago Titicaca el fin de semana y era comprensible que la gente le gustara beber y bailar. 


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Hablamos con uno de los pasajeros sobre la delicada situación política y de las próximas elecciones generales de agosto. Tenía su fe puesta en Jaime Don. 

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Desde aquí nos fuimos a la Estación Central. Se veía muy bien arreglada con antiguas locomotoras de exposición. 

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Paseamos por el mercado Laniza para ver las tiendas de flores pero estaba prácticamente vacío y el mercado Camacho, estaba más animado con puestos de comida.

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Como nos entraba hambre, fuimos al  Restaurante Angelo Colonial, un emblemático edificio de estilo colonial, donde había una diversa colección de objetos.


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Subimos al Museo Etnográfico y de Folklore, ubicado en un edificio del siglo XVIII que perteneció al Marqués de Villanueva. 

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En su interior destacaba sobre todo la colección de máscaras de las diferentes fiestas del país y la sección especial de la Amazonia, además exhibían telas y cerámicas.

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Fuimos a buscar el emblemático hotel Torino, un poco demodé para mi gusto, pero interesante por su historia. Vimos un gran patio restaurante y uno de los camareros nos invitó a que visitáramos el piso de arriba y pudiéramos hacer fotos.

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Cogimos un taxi para ir al  mirador Killi-Killi. Situado en lo alto del barrio Villa Pabón, sobre el cerro de Santa Bárbara. 

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El nombre de Killi Killi proviene de un ave rapaz que habita en la zona.

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Desde aquí habían unas bonitas vistas de la caldera y de la montaña Illimaní.



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