“A Bologna le dicen la roja, la gorda y la docta”, nos dijo Giuliana apenas nos encontramos en el casco antiguo de esta ciudad, capital de la Emilia Romagna, que conquistó nuestro corazón a pesar del calor abrazador de los días en que la visitamos.
Cuando nos explicó el significado de esa frase lo primero que pensé fue que era el nombre ideal para sintetizar lo que esta ciudad es y representa. Pero mientras leía parte de su historia también descubrí que la llaman la de los pórticos y las torres.
Y pienso que si seguiría buscando seguro encontraría más epítetos/adjetivos para describirla. Es que Bologna es de esas ciudades que te enamoran y que aunque te quedes cinco días siempre sentís que te falta algo por conocer. Es como una mujer que conquista no solo por su belleza, sino por todas sus características. En este caso, por su historia, por su comida, por su arquitectura y por el ambiente de sus calles. Pero mejor se las presento en este (intento) de síntesis.
Bologna, la roja
En italiano, la rossa. Lo primero que pensé cuando me lo dijo fue que se refería al color que predomina en sus construcciones, que están pintadas en tonos rojos, anaranjados y rosas, y al color de los tejados del casco antiguo. Tuve razón en mi pensamiento, pero no es por lo único que se la conoce como la roja. Al parecer, también es por la tendencia política de la mayoría de sus habitantes. Tradicionalmente, la región de Emilia Romagna es considerada una región de izquierda.
Plaza Santo Stefano.
Pequeña plaza con bares y restaurantes en el casco antiguo.
Vista de los tejados desde una de las famosas “dos torres”.
En muchas paredes rojas o rosas se ven frescos al estilo toscano con imágenes de vírgenes o santos, como se muestra en la siguiente foto. La devoción a la vírgen es muy fuerte en Italia, al igual que en España o Portugal. Al parecer, la presencia de estos frescos se debe a que hace un tiempo muchas personas llegaban temprano desde el campo para vender sus productos y solían parar a rezar en el camino. Por eso también son muy frecuentes los pequeños altares en las afueras de la ciudad.
Bologna, la gorda
Ya lo decía una parte del título del famoso libro “Comer en Italia, Rezar en India y Amar en Indonesia”. Y así es… en Italia se come y se come muy bien. Creo que es imposible no deleitarse con sus productos locales. La región de Emilia Romagna tiene más de 140 productos con denominación de origen. ¡Más de 140! Así que en este viaje por la ciudad nos dedicamos a comer mucho y rico. Y no solo eso, también a mirar la enorme oferta gastronómica y a… ¡cocinar! Sí, hicimos un curso acelerado de pasta italiana. Nos divertimos mucho porque Tahiel intentó amasar y Dino intentó que le salga la forma de los tartellini. Pero no lo lograron.
Dicen que la pasta para hacer el tagliatelli (próximamente, esta y otras recetas en la categoría Sabores del Mundo) tiene que ser muy fina, casi transparente. Por eso, cuenta la leyenda que las señoras que hacían la masa la colocaban frente a la ventana y, para saber si estaba bien, debían ver la imagen de San Luca a través de ella. El santuario de San Luca, otro símbolo de la ciudad, se ubica en las afueras de Bologna, en un terreno elevado y es visible desde varias partes.
Nosotros intentamos hacer tagliatelli y tortellini. Muy divertido! (y sobre todo, muy rico!)
Bologna, la docta
En 1088 se fundó en Bologna la que se considera la primera universidad del mundo occidental (aunque en Francia dicen que la primera universidad es de allá). La presencia de la universidad constituyó un elemento de atracción y de desarrollo económico y cultural para la ciudad. De los casi 380.000 habitantes de la actualidad, más de 80.000 son estudiantes. Hay Palacios enormes donde hoy funcionan varias facultades.
Uno de los edificios más representativos de la ciudad como “la docta” es el Archiginnasio (antigua universidad), que se terminó de construir entre 1562 y 1563. Fue el lugar donde se unificaron a los diferentes profesores, con el objetivo de controlar mejor la universidad.
En la actualidad se encuentra una de las bibliotecas más importantes de la ciudad, con más de 500.000 volúmenes.
Cuando ingresamos me llamó la atención la cantidad de blasones/escudos de los estudiantes, de los profesores y de los cardenales. Le daban al edificio un aspecto que nunca había visto. En todo el lugar hay más de 7.000 escudos y constituye la colección pintada de blazones más importante del mundo, aunque también hay algunos hechos en relieve.
Plaza donde se encuentra el Archiginnasio con el monumento al profesor.
Bologna, la de los pórticos
Una de las cosas que más me gustó de la ciudad apenas la vi fue la presencia de pórticos. Me parecieron, simplemente, lindos. Los 42 kilómetros de pórticos que tiene la ciudad le daban un aire diferente a otras ciudades medievales. Sentí, además, que eran buenísimos para protegernos del calor que estábamos sufriendo en esos días y poder caminar por la sombra. Además, pensé, también es ideal para salir sin paraguas los días de lluvia!
Giuliana nos contó que el pórtico surgió de la costumbre de “alargar” hacia el exterior, en la calle, lo que sería el piso de la primera planta. El saliente se sostenía con vigas de madera apoyadas en piedras. Al principio de consideró un abuso y una usurpación del espacio público, pero después fue regulado por el ayuntamiento quien estableció un uso público del pórtico aunque estuviera en un lugar privado. Desde ese momento, casi todas las construcciones se hicieron con pórticos.
Uno podría caminar por la ciudad mirando solo los pórticos. Algunos tienen frescos pintados en el techo, otros esculturas en sus columnas, otros son muy sencillos y más cuadrados y otros, muy pocos, todavía tienen los pilotes de madera. Todos son lindos y generan una atmósfera acogedora.
Pórticos de Plaza Santo Stefano, una de las plazas más lindas de la ciudad.
Detalle de uno de los pórticos de la Plaza Santo Stefano. Esculturas de cabezas.
Pórticos en el ex barrio judío.
Pórticos en Santa María dei Servi.
Bologna, la de las Torres
La ciudad de Bologna tiene más de veinte torres de la época medieval que, junto con los pórticos, constituyen elementos arquitectónicos únicos. Es más, las “dos torres” más famosas se convirtieron en símbolo de la ciudad y es posible verlas en los sourvenirs y folletos turísticos.
Entre los siglos XII y XIII se construyeron más de cien torres, pero en la actualidad quedan un poco más de veinte, todas en el casco histórico. Las familias nobles de la ciudad las construían junto a sus viviendas y le daban un uso de avistamiento y defensa en época de guerras.
De esas veinte, hay dos que son el símbolo de la ciudad: la Torre Asinelli y la torre Garisenda. Estos nombres derivan de las familias que se supone las construyeron entre 1109 y 1119. Ambas torres estaban ubicadas en el punto de entrada a la ciudad de la antigua Via Emilia (que no es el emplazamiento actual). Para su construcción se usaba una piedra resistente en la base mientras que los materiales eran más ligeros a medida que se subía.
La primera torre es la más alta de las dos y es a la que se puede subir luego de ejercitar las piernas durante 498 escalones. Las vistas que se tienen de la ciudad valen la pena el esfuerzo. En nuestro caso, fue Dino el que se animó a subirlos, ya que alguien tenía que quedarse con Tahiel y salí sorteada.
La segunda es la torre que se caracteriza por su inclinación de 3,25 metros.
Podría seguir sumando adjetivos a esta ciudad, pero se los propongo como tarea para cuando la visiten. Si andan por el norte de Italia no dejen de darse una vuelta. Ojalá les guste tanto como a mi.
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Agradecemos a Emilia Romagna Tourism por la organización del blogtrip. Pueden seguir el viaje nuestro y de otros bloggers bajo los hashtag #inemiliaromagna o #viaemilia. El curso de cocina lo hicimos en Uova e Farina. Muchas gracias Rita por la buena onda con Tahiel! La verdadera salsa bolognesa la probamos en 7 Archi Restaurante. í