La maciza marca blanca del rock de estadio
Lugar: Estadio Vicente Calderón. Madrid
Fecha: 27 de junio de 2013
Asistencia: 50.000 personas
Precio: Desde 18 euros
Artistas Invitados: The Rebels
Músicos: Jon Bon Jovi (voz y guitarras), Tico Torres (baterista), David Brian (teclista), Phil X (guitarras)...
Setlist: That's what the water made me, You give love a bad name, Raise your hands, Runaway, Lost highway, Born to be my baby, It's my life, Because we can, What about now, We got it goin' on, Keep the faith, (You want to) Make a memory, Bed of Roses (Cama de Rosas), In these arms, Captain Crash & The Beauty Queen from Mars, We weren't born to follow, Who says you can't go home, Rockin' all over the world, I'll sleep when I'm dead, Bad medicine, Love's the only rule, Wanted dead or alive, What's left for me, Have a nice day, Livin' on a prayer, Always, These Days
Vamos a ver, directos al grano: el concierto estuvo bien, muy bien, de notable alto. El público estuvo entregadísimo, el repertorio generoso y acertado, la banda eficaz y Jon Bon Jovi enchufado, empujando en todo momento y tirando del carro, cargándose toda la responsabilidad del éxito de la velada sobre sus hombros. Sencillamente no había opción de que la cosa saliera mal, con las entradas agotadas en horas gracias a la 'oferta del precio amigo' y el rock de estadio luciendo sus mejores galas.
Porque Bon Jovi en Madrid fueron la marca blanca del rock de estadio: baratos, eficientes, solventes, muy cumplidores, para todos los públicos, para todas las edades. Comandados además, y ojo que voy con una relación de ideas de lo más tonta, por la sonrisa más blanca del rock, tan jodidamente bonita y perfecta como inquietante y prefabricada. Porque Jon es guapo guapo de pelotas el muy mamón, y si su carisma escénico ya capta la atención de todo quisqui, cuando sonríe en la pantalla gigante más de uno siente cosas que jamás sería capaz de admitir públicamente. Ellas, huelga decirlo, embelesadas quedan ante el material. Tío bueno, macizo, tu culo me hipnotiza. Algo así era, ¿no? Joder y es que la cazadora del Capitán América mola que te cagas!!
Pero hay que ponerle un pero a la cuestión, y ahí es donde vamos a criticar, aunque sea levemente, el asunto del sonido, pues ciertamente intentamos en la pista encontrar un lugar que nos resultara satisfactorio al cien por cien, solo con relativo éxito. Empezando desde los banquillos donde se sentaban Arteche y Marina, terminamos prácticamente en el fondo de la pista, pues las torres de sonido que repetían el sonido allí sí, efectivamente, atronaban. Maraña constante entre la cual, a pesar de todo, se llegaban incluso a distinguir las maracas de Jon. Podría haber sido mejor, pero tampoco fue vómito seco.
Y el público, que al final es que paga y el que critica, se lo pasó en grande desde ya antes de que se apagaran las luces. Los aledaños del Vicente Calderón eran una de esas fiestas que personalmente me ponen la piel de gallina según me voy metiendo en el papel. Uno de esos días grandes emocionantes, con el poderío del rock de estadio para toda la familia mostrando sus alas cual majestuosa ave rapaz. Canciones efectivas para todos los públicos, con sus estrofas melodiosas, su solo de guitarra, su paradinha, sus estribillos coreables, sus manitas arriba (la sobacada popular se hace inevitable en noches como esta)... los colegas brindando, las parejitas abrazándose, las familias bailando juntas desinhibidas.
Disfrutando de la música y de la vida durante unas horas en las que la hermandad y el sentimiento colectivo lo pueden todo. Un par de horas antes del concierto, el propio Jon Bon Jovi me contaba (joder, qué pretencioso queda esto, eh, ¡pero es cierto!) que el poder de la música en tiempos de crisis es que puede generar el sentimiento de libertad y colectividad con aún más fuerza, sin banderas, sin fronteras, sin cuestiones políticas. Eso es lo que prometía el de Nueva Jersey y eso es lo que efectivamente sucedió en el recinto atlético, con más de 50.000 personas unidas con el único y loable propósito de cantar, menear y olvidar.
Y para eso Bon Jovi son una banda infalible, de manual. Con un repertorio que abarca todas sus épocas, y que ofrece muchas anteriores a su último gran disco, el 'These Days' de 1995. Esas son las mejor recibidas por la parte talludita de la audiencia, la que en los noventa se traumatizó profundamente al menos en dos ocasiones: cuando vio aparecer a Jon con el pelo liso primero, y con el pecho depilado después. Echando un vistazo al repertorio que está al inicio de esta crónica, se puede leer 'You give love a bad name' (conocida en Carabanchel como 'eres una guarra'), 'Raise your hands', la enorme 'Runaway' y 'Born to be my baby'.
Contentando a esa parte del público se gana mucho, pero también hay que recorrer épocas más cercanas para que los más jóvenes, que también necesariamente disfrutan los clásicos, no piensen que se les toma el pelo, y ahí están 'Because we can' (tratado de rock de estadio de manual), 'That's what the Ron Brugal made me' (sic) o 'What about now'. Un repertorio compensado, caramba, que mantiene al público en pie en todo momento contoneándose en las gradas como una masa uniforme de metrónomos humanos moviéndose al ritmo de sus caderitas al levemente chocar.
Y bueno, vamos a hablar de las guitarras, demasiado perdidas en el sonido y sepultadas por las gargantas de las 50.000 personas en el Calderón congregadas. Personalmente echo mucho en falta a Richie Sambora, a Ricardo, pues su peso en el sonido del grupo es mucho mayor de lo que el propio Jon debe creer, tanto por su trabajo con las cuerdas como con los coros. Durante un rato nos hizo gracia imaginar a Sambora en las primeras filas, disfrazado con un simple bigote, gritando e insultando a Jon como un hincha más: "Eeeeeeres un maaricóoon!" o "Cuéntales el tiempo que tardas poniéndote mechitas delante del espejo, mamonazo!" son un par de cosas que sin duda le espetaría, antes de ser reducido por los fanáticos que, después, al reconocerle, le auparían hasta el escenario y le obligarían a hacer las paces con Jon allí mismo, delante de todos. ¡Reconciliaos, caramba!
No es que Phil X lo haga mal, pero es que no es lo mismo, es un jornalero del rock, un 'impostor' aprovechando su oportunidad, que dirían algunos, pescando en río revuelto para su bien personal y, al mismo tiempo, propiciando que Bon Jovi como banda puedan seguir llenando estadios por todo el mundo y protagonizando noches de diversión con temas como 'Keep the Faith', 'Bed of Roses' (se atrevió el cantante con líneas de la espeluznante versión española, 'Cama de rosas'), 'In these arms' (temazo), 'I'll sleep when I'm dead' o 'Bad medicine'. Nada que reprochar en realidad, por tanto, pues la maquinaria funciona.
La maquinaria funciona, de hecho, desde que arranca el Cadillac que es en realidad el escenario, con unas pantallas con una definición increíble y unos faros de esos que cuando te dan las largas te desorientan como a una liebre sentenciada en una carretera comarcal. Han pasado más de dos horas pero aún hay tiempo para más, para que Jon se ponga la camiseta de la selección española, para que dé por enésima vez las gracias al público por estar ahí, para generar ese sentimiento colectivo de juntos podemos salir de lo que sea, y de rematar la faena en 2 horas y 45 minutos con 'Have a nice day', 'Livin' on a prayer' (y el estadio viniéndose abajo), 'Always' y el emotivo final con 'These Days', con el que viajo hasta mi último año de instituto y me siento yo qué sé, pues feliz, demonios. ¿Acaso no se trataba de eso?
Se trataba de eso, pero es que además unas horas antes pues cumplí otra de esas cosas que en aquellos años de instituto jamás me habría atrevido a imaginar (y ya van unas cuantas). No sé, pues entrevistar a David Brian, Tico Torres y Jon Bon Jovi es que es algo que mola, que hace gracia, que tiene su puntazo de ilusión, qué demonios, yo no voy a negar esto en absoluto. Así que directo desde Gijón, donde la noche anterior estuve amando a Bruce Springsteen, aparco el coche en el Paseo de la Ermita del Santo y me dirijo a la puerta 6 del Estadio Vicente Calderón para un 'press walk' con estos tres tipos con los que de alguna manera he crecido, con mariposillas en el estómago y la cámara de fotos preparada. ¡Qué cosas pasan!