En estos tiempos tan revueltos, tan feos, justo ahora es cuando hay que recordar lo bonito y lo alegre. Todo el rato, sin parar.
A mí esto me lo parece y mucho:
- Reírte con amigos, mejor dicho: ataque de risa con amigos.
- Una buena siesta.
- Ayudar, así a lo loco. Porque sí.
- Ver a los cachorros felices.
- Que te perdonen.
- Queso. De todos los tipos, tamaños y colores.
- Llorar de alegría.
- Los cachorros en general, de cualquier especie. ¿No sonreís solo con ver uno?
- Conversaciones escatológicas, ese punto de ay que ascazo pero qué descojone.
- Un abrazo bien dado. Ojo al bien dado porque ahí está lo importante y más en estos tiempos de mírame y no me toques.
- Planear un viaje.
- El primer baño del año en el mar.
- Terminar un libro que te haya encantado.
- Que los cachorros te cuenten cosas, como si fueras su amigo.
- ¡Comer!
- Revañar el plato.
- Tener ilusión, da igual el motivo.
- Bailar. Creerte que lo haces genial, aunque no lo hagas genial.
- Verte guapo a pesar de todo.
- Amigos. Cualquier cosa con amigos produce alegría. No hay más.
- Estar enamorado y que te correspondan, claro.
- Aprobar: sacar notazas cuando te lo has currado (y cuando no).
- Ese nudo en el estómago que se deshace y por fin te libera.
- Escuchar esa canción. Otra vez, sí.
- Leer a mamá Curra 😉