Revista Libros
Lectura de impacto, concisa, de esa que va al grano. Así se me ocurre comentar Bonsái y La vida privada de los árboles de Alejandro Zambra. Ya el título del primer libro, como lo que en términos de naturaleza representa, deja muy claro que lo que está presto a ser leído sigue la senda de la brevedad: basta una sola sentada para leerlo en su totalidad y dejarse llevar por las ramas que ofrece este bonsái construido entre sus protagonistas: Julio y Emilia. ¿Se le puede llamar novela a este brevísimo texto o se le puede llamar relato aunque su extensión sea más que prolongada? Ambas alternativas son más que correctas, y me valgo de la imagen que utilizan en la contraportada para reiterar su categoría: es “una novela-bonsái”. El primer párrafo, de tan sólo siete líneas, dice de qué va la novela (o el relato), cuyo resumen concreto sería: “Al final Emilia muere y Julio no muere”. Cuando uno lee esto se impacta, pues la reacción inmediata a semejante imprudencia es pensar: «¿Bueno, por qué me lo dices de entrada?». Pero ahí la gracia, el reto. A pesar de que ya sabemos el desenlace, continuamos la lectura, pues como el mismo narrador señala, “El resto es literatura”. Es un texto limpio, no le sobra nada. Incluso la estructura, milimétricamente calculada, está hecha para incitarte a continuar la lectura, cayendo en la trampa de la palabra hasta llegar a un final que no quieres que llegue. Bonsái es un largo haiku que te deja con ganas de más. Al finalizar, uno se dice con asombro: «¿Ya?».
La vida privada de los árboles sigue la misma estrategia de la concisión, ese laconismo que Zambra utiliza con evidente soltura. Es la segunda novela del autor, y mi opinión particular, es que me gustó más que la anterior. La ventaja que da tener los dos textos es que uno se mete en el segundo libro con una ligereza que ni les cuento, como si algún remanente de Bonsái reclamara continuidad. Pero aclaro, son dos textos distintos, no tienen qué ver el uno con el otro. Lo cierto es que en La vida privada de los árboleslos protagonistas son Julián y Verónica, y mientras ésta no llegue a casa, la novela continúa. Obviamente, cuando pase el dintel de la puerta, se acabó la historia. Tal como en la primera novela, en esta también la reflexión sobre la vida, el amor y la literatura misma están allí en cada página. Incluso Julián, al mejor estilo del entrañable personaje de El mal de Montano de Vila-Matas, parece sufrir de literatura, o en todo caso, ve literatura en todas partes. Sergio, amigo de Julián, le dice por el asunto de un apartamento: “Admítelo, lo arrendaste porque has estado leyendo demasiadas novelas de Paul Auster”.
Ambas obras son estupendas y se prestan para una agradable relectura, que de seguro, ofrecerá distintas miradas pero siempre enriquecedoras. Les sugiero leerlas. Por lo pronto, ya tengo en la cola de lectura Formas de volver a casa.Me despido con estas palabras de Shakespeare: La brevedad es el alma del ingenio. Y con estas de Dorothy Parker: La brevedad es el alma de la ropa interior. Me pregunto si Zambra tendrá cuenta twitter, no lo sé. De ser así, de seguro sus tweets son ingeniosos.
PD. Al día siguiente de escribir esto, busqué en tweeter y nada.