Boquitas pintadas del escritor argentino Manuel Puig me ha sorprendido mucho y para bien. Normalmente, los libros en los que la experimentación con el lenguaje es lo más destacado suelen hacerse pesados, sin embargo, con ésta novela no es así. Boquitas pintadas es una de las mejores novelas experimentales que he leído, pero además, su argumento es entretenido y engancha desde la primera página. Puig quiso usar un género tradicionalmente menospreciado y considerado de los más bajos, como es el folletín, para recrearse con el lenguaje y crear una obra en la que la historia banal de un crimen pasional se narra con complejas técnicas narrativas. La novela está dividida en 16 entregas, tal y como se hacía con la publicación de los folletines en los periódicos. Casi toda la acción tiene lugar en los años 30 en una ciudad de provincias argentina, monótona y apacible en apariencia, pero que esconde varias historias amorosas y pasiones ocultas por la represión y los convencionalismos de la época. Nené y Juan Carlos están enamorados, pero él tiene tuberculosis y Nené ha mantenido relaciones con un médico casado, por lo que su relación está inevitablemente abocada al fracaso. La sociedad critica a Nené, pero nadie lo hace con Juan Carlos, un mujeriego que a su vez está con Mabel, quien comienza a relacionarse con Pancho, un chico pobre que ha dejado embarazada a Raba, la sirvienta de Mabel. Cuando ésta se entera de la traición, comienza a tramar una venganza. Puig mezcla romance y novela policíaca, en una historia de enredos, donde nadie es lo que parece ser y todos ocultan algo.
Pero lo que realmente merece la pena de ésta obra es la maestría de Puig con las palabras. Para contar la historia utiliza cartas (las de Juan Carlos, con faltas de ortografía que denotan su bajo nivel cultural), informes policiales, descripción de fotografías, agendas, enumeraciones, monólogos interiores, varias perspectivas de un mismo momento del día, una gitana echando las cartas, las oraciones de varias personas, diálogos en los que contrasta lo que se dice con lo que se piensa, esquelas publicadas en el periódico o la confesión a un cura. Todo ello para que el lector pueda ir montando el puzzle de la historia que se nos cuenta, a través de la perspectiva de diversos personajes. A pesar de lo que pueda parecer, la novela es entretenida, y las técnicas narrativas, en vez de entorpecer la lectura, la hacen aún más interesante, ya que el hecho de que seamos nosotros mismos los que tengamos que "montar" la historia a través de los fragmentos que se nos van presentando, la hacen muchísimo más entretenida.