(INTRODUCCIÓN) Pasos para poner el contador de estrés en niveles mínimos:
Paso 1: Madruga. (Aquel día desperté a las seis. Habíamos llegado el día anterior y después de ver atardecer y cenar, nos habíamos ido a descansar. Además de que el ambiente nocturno de Borácay es demasiado ruidoso y poco atractivo para quien no busca fiesta, sabía que las mejores cosas de viaje suelen suceder a la luz del día).
Paso 2: Deja el móvil o cualquier otro aparato electrónico en “casa”. (Me gusta fotografiar las experiencias que vivo en mis viajes para contarlo en este blog. Aunque intento no obsesionarme si vivo algo y no tengo la cámara a mano. Por eso, disfruto también mucho cuando salgo sin distracción y me entrego por completo al lugar en el que estoy).
Paso 3: Pasea por una playa bonita, con buen clima y paisaje. (Aunque White Beach es una de las playas más conocidas de Filipinas, a primera hora está vacía y es deliciosa. Alargada como pocas, no imagino mejor lugar para dejar ir al estrés y disfrutar del agua acariciando tus pies. A cada paso, me fui acostumbrando más a las altas temperaturas del país y a su vegetación exuberante. Poco a poco, fui siendo consciente de que el momento llegaba y por fin estaba de vacaciones).
Paso 4: Date un baño relajante. (Me gustan las playas, pero apenas aguanto tomando el sol vuelta y vuelta. Por eso, casi siempre doy paseos, hago snorkel o investigo los extremos del arenal en busca de algo más. Y después, el baño sabe siempre mejor. Este día me metí en el agua como siempre, poco a poco, disfrutando de la compañía de pequeños peces que luego vería en otras playas del país. Acabé el ritual anti-estrés sabiendo que el viaje no había hecho más que empezar. Pero que era sin duda un gran comienzo).
Así fue como la primera mañana de mi estancia en Borácay por tres días comencé a disfrutar de los encantos de esta isla, seguramente la más popular de Filipinas. A ella hay que ir sobre aviso: riadas de viajeros de otras zonas asiáticas, fundamentalmente, plagan la cara occidental de la isla. Sus calles en algunas zonas tienen aspecto de galería comercial y los establecimientos tienen más de hamburguesería americana que de restaurante filipino. Y sobre todo en la noche, los bares aumentan los decibelios y disparan los precios.
Pero si vas más allá de esta porción del lugar –que también tiene su encanto, pues se dispone en torno a una de las mejores playas, si no la mejor, que he visto en mi vida viajera– encontrarás una isla tranquila; donde el triciclo es el principal medio de transporte; playas salvajes de colores imposibles donde estarás más tranquilo; gallos campan a sus anchas en mitad de la carretera; niños juegan a la rayuela; o perros callejeros te enamoran en una simple mirada.
Borácay merece la pena. Yo lo tengo claro. Es idílica, aunque sí, claro, también muy turística. Como todo en esta vida, supongo que es relativo. Pero yo no cambiaría esos momentos en los que desde una silla contemplaba lentamente ver caer el sol; los paseos en triciclo para cruzar la isla en busca de nuevas playas y nuevas realidades; la White Beach, definitivamente única y diferente en cada tramo; levantarnos y acercarnos a ver cómo estaba el día; pasear por los pueblos donde más allá del turismo, había vida filipina.
A continuación os resumiré qué hicimos en la isla por tres días, tiempo suficiente para conocerla y hacerte una idea de cómo es y qué ofrece. A nosotros el tiempo no nos acompañó y aún así la disfrutamos muchísimo.
DÍA 1: Paseo relajado por White Beach y tarde en Puka Beach
El día comenzó con un ritual anti-estrés por la playa más conocida de la isla: White Beach. Poco queda que añadir a lo que conté al inicio. Después dejé pasar las horas viendo a quienes van también a esta isla para poner en practica su deporte favorito: el kite-surf. Mi chico es un amante de esta actividad y la isla tiene en su lado oriental buenas condiciones de ello. Por unos 40 euros te alquilan equipo. El lugar indicado es la playa de Bulabog, de agua también muy clara pero llena de surfistas, por lo que no es muy adecuada para el baño. Allí teníamos además nuestro alojamiento: Isla Kite, simplemente correcto pero alejado de las masas y muy tranquilo, por lo que lo recomiendo si no se busca nada especial.
Por la tarde, para la hora de comer, nos acercamos a Puka Beach, una playa situada al norte y de la que me habían hablado muy bien. Es un arenal extenso, más salvaje que White Beach y con aguas bastante revueltas el día en que lo visitamos. Por eso, ni siquiera la caté. Disfrutamos comiendo a orillas del mar en una de las humildes cabañas que hay para ello y de la escasa compañía que teníamos en esta zona. De noche, nunca teníamos mucho plan; cenar cerca de casa o quizás tomar una cerveza en el paseo de White Beach. Pero recogíamos pronto.
Día 2: Visita al Monte Luho y a la zona norte de White Beach
El día amaneció lloviendo, así que nos preparamos con chubasquero y decidimos visitar el Monte Luho, un mirador desde donde hacerse una idea de la dimensión, la disposición y las vistas de Borácay. El camino para subir está al final de la playa de Bulabog, donde nos alojamos, así que mejor imposible. En cuarto de hora largo nos plantamos en la puerta, donde tras pagar 120 pesos filipinos (unos 2,30 euros), accedemos por unas escaleras amarillas que no tienen pérdida. Ya de camino, uno se hace una idea de lo que va dejando atrás. Playas de colores preciosos y una arena blanca propia de spot publicitario. La naturaleza es apabullante también desde esta perspectiva. Borácay es pequeña y manejable, por lo que desde ahí arriba nos hacemos un poco más con ella. Decidimos por ejemplo que aún nos queda otra playa del norte que conocer, que desde esta vista tiene muy buena pinta: es Ilig-Iligan.
Lo dejamos para el día siguiente porque sigue el mal tiempo, por lo que decidimos no irnos muy lejos. Paseamos por White Beach, hasta su norte más norte o ‘estación 1’, como se conoce, ya que la playa se divide en tres zonas diferenciadas. Esta es sin duda una de las zonas más bonitas del gran arenal, donde además apenas hay gente.
Al final, te encuentras con la roca y una vez superada, con Diwinid, otra playa que merece la pena conocer. El paisaje, el mar, la naturaleza… en este enclave todos los elementos se ponen de acuerdo para hacerlo un rincón idílico.
Día 3: Visita a la playa Ilig-Iligan
Aunque el día sigue sin acompañar, mi empeño por conocer mejor la isla, me lleva al norte de nuevo. Un nuevo paseo en triciclo me lleva a Ilig-Iligan, donde apenas hay tres personas cuando llego. Los dos peñones característicos de este arenal están al frente, los dueños de los bares me animan a tomar algo, pero me niego. Escribo un rato en la playa y paseo, pero pronto se pone de nuevo a llover. Duro poco pero este arenal me ha gustado mucho. Es amplio y recogido a la vez y de una belleza imponente, hasta en un día malo.
A la tarde volvemos al ritual de siempre, pero esta vez tiene sabor a despedida. Vamos a White Beach, paseamos, tomamos una cervecita buscando al sol que esa vez apenas se muestra y supongo que sonreímos porque lo hemos pasado bien y aún queda mucho viaje. Fuimos felices en Borácay y eso ya es mucho. Y si nosotros pudimos…
Cómo llegar, donde comer/beber, dormir…
-La forma más económica de llegar a Borácay es hacerlo en avión hasta el aeropuerto de Cariboo. De ahí debes tomar un microbús (intenta hacerlo con más gente para que te salga más barato) al puerto de Caticlan y en este, tomar un barco hasta ya la isla de Borácay. Hay que pagar varias tasas de entrada y salida.
–Nuestro hotel, como adelanté, fue el Isla Kite. Era correcto y estaba situado en una zona tranquila, aunque a cinco minutos andando de todo. El precio giraba en torno a unos 40 euros la noche. Y tenía el mejor desayuno del mundo: French Toast, diferente a todo lo que haya probado antes.
–Para comer, casi siempre intentamos hacerlo en la zona cercana a nuestro hotel, donde había opciones más económicas. En la zona más céntrica probamos hamburguesería donde todo estaba muy bueno llamada Steam Punk. El Lola`s Pizza fue lo más barato donde paramos, con buenas pizzas por unos dos/tres euros. El más especial en el que estuvimos fue uno llamado ‘Indios Bravos’, que tenía cervezas artesanales y una estética deliciosa.
-Para hacer snorkel, aunque no nos acompañó el tiempo, nos recomendaron la playa Ilig-Iligan. Además, cerca de la isla –para lo que habría que tomar un barco- hay buenas zonas, como las islas Cocodrilo. No pudimos probar, pero si contáis con días, es una buena actividad.
-Si tenéis ganas de un masaje, nos recomendaron un centro profesional y a coste bajo. Se llamaba Daniel Ortega y a pesar de que nos hicieron un poco de daño, ¡salimos nuevos!
*Si quieres conocer el recorrido completo del viaje, te invito a leer nuestro post resumen de viaje por Filipinas en tres semanas.