Revista Viajes
Boracay (Filipinas) es una de las pequeñas islas que pertenecen al archipiélago de Filipinas. Su singularidad no sería diferente si no nos encontráramos ante una de las playas más bonitas del mundo. Repleta de cocoteros, arena blanca finísima, tumbonas y zumos tropicales, aguas cristalinas, arrecifes de coral (aunque en ese sentido su hermana Bohol se lleva la palma) y un pequeño centro turístico con tiendecitas y restaurantes. Calles de arena fina en las que se puede andar descalzo todo el día, restaurantes a la orilla del mar y atardeceres impresionantes.
Yo cuando llegue no tenia ni idea de este sitio, me deje guiar por la Lonely Planet, y no había oído hablar de él en mi vida y la verdad es que me impresiono. Suele ser el lugar preferido de filipinos y extranjeros para perderse unos días. Muchos llegamos con el afán de quedarnos unos días y finalmente quedamos atrapados más de lo esperado por su inmensa belleza. Digamos que no es el típico sitio inospito alejado y sin infraestructuras, hay mucha vida nocturna, muchos clubs y pubs con música en directo al aire libre y terrazas donde fumar sisa pero siempre con la perspectiva de que estás realmente como en un pueblo. No veras edificaciones altas ni nada parecido al macro turismo. Un lugar que me trae especial recuerdo es el Summer Place donde pase mucha noches de locura y me encontré a los de Españoles por el Mundo haciendo un reportaje. Os dejo una canción que siempre que la escucho me lleva de vuelta a esas noches locas en Boracay.
Compite en belleza con Maya Bay en Tailandia ( ver Koh Phi Phi: últimos días del paraíso) con la diferencia de no estar tan masificada ya que debido a su lejanía no muchos mochileros que visitan el sudeste asiático vuelan a Filipinas.
Para acceder a Boracay tendrás que pillar un vuelo a Manila y enlazar con otro a Caticlan y ahí coger un bote que por 200 pesos te dejara en la isla (aunque hay vuelo directo de Manila a Boracay el precio suele ser astronómico).
En Manila hay muchas pobreza y gente viviendo en la calle en condiciones infrahumanas. El aire puede ser irrespirable ya que esta petao de jeeps que los americanos dejaron durante la guerra del Vietnam y que los filipinos se han encargado de ir arreglando y aún en estos días sirven de autobuses o coches privados.
Manila es una de las ciudades mas peligrosas del mundo, con muchas armas y medidas de seguridad en todos sitios. Aquí es la única vez que vi en directo esas imágenes que todos hemos visto en la tele de grupos de niños asaltando a turistas cuando cae la noche sin que nadie haga nada por impedirlo. Según un filipino el truco no es otro que llevar monedas en la mano y cuando te ves asaltado lanzarlas al suelo para que vayan en busca de ellas. Es muy típico en Filipinas asistir a peleas de gallos que aún siendo ilegal si existe mucha permisividad al respecto hasta el punto que existen hasta especie de estadios especiales para tal evento (como las plazas de toros en España o Sudamérica). Cientos de filipinos se reúnen antes del enfrentamiento (hay muchos a lo largo del día) para apostar por el gallo ganador. La entrada vale 100 pesos.
El modo en el que realizan las apuestas es muy singular. Antes del enfrentamiento un juez da el pistoletazo de salida para el comienzo de las apuestas. La gente empieza a gritar ofreciendo su apuesta y buscando con la mirada alguien que la acepte. Al principio el ruido es ensordecedor ya que todo el estadio está gritando pero se va aplacando a medida que los apostantes van encontrando oponentes. Después de un minuto o dos se da por finalizado el tiempo para apostar y comienza la pelea. La pelea es a muerte. Les ponen espolones de acero a cada gallo y el combate no tarda más de 1 minuto, es súper rápido. Puede ser un poco sanguinario ya que la sangre sale a borbotones pero sin duda una parte de la cultura filipina y en general de muchos países asiáticos que no debes perderte. El alojamiento que os recomiendo es Frendz Resort. Tiene habitaciones compartidas por 400 pesos la noche que están muy bien. Además tienen un bar con billar que es el punto de reunión de todos los viajeros y un lugar perfecto para hacer nuevos amigos y pasarlo de vicio. El ambiente es muy bueno y el dueño un austriaco casado con una filipina que se canso del frío y dejo todo para abrir este pequeño negocio que por cierto yo diría que le va bastante bien.