Revista Comunicación
Ahora que se va a estrenar la segunda temporada de Boss es buen momento para hacer un rapidísimo repaso a lo que fue su primera temporada.
¡Qué estupenda miniserie hubiese sido esta primera temporada de Boss!
Ahí van mis razones:
Porque le sobran capítulos, personajes y tramas.
Porque le falta mordiente, consistencia e intensidad.
Porque no todo se puede basar en un solo personaje, por muy importante y bien interpretado que esté (y vaya si lo está, ¡Inmenso Grammer!).
Porque Boss en versión mini se haría mucho más llevadera en su interminable y disperso tramo inicial...
Porque ya hemos visto demasiados políticos corruptos en la tele (con los de verdad incluidos) como para dedicarles más tiempo de lo debido.
Porque si se hubiese hecho así estaríamos hablando posiblemente de la mejor mini serie de los últimos años, porque calidad tiene para dar y tomar.
Porque quitando paja se encuentran mejor las agujas en los pajares.
Porque la recta final hubiese sido mucho más determinante, contundente, y efectiva, y nos hubiese dejado con la boca abierta y el corazón compungido. Y no a medias, como finalmente ha ocurrido.
Porque quizá de esa manera hubiese estado completamente dirigida por un Gus Van Sant,que nos regaló un piloto de una clase extraordinaria. Casi para enmarcar.
Porque en versión mini-serie no tendría que plantearme si continuo o no con ella la temporada que viene.
Si eso voy pensándomelo ya, que me pilla el toro, y todavía no lo tengo nada claro.