Holly Thompson 17 años estaba en su clase de Northampton, en Reino Unido, cuando un bostezo empezó a recorrerle todo el cuerpo. Al llegar la sensación a la boca (lugar natural de estos inoportunos visitantes) ésta se abrió tanto, tanto, que se le dislocó la mandíbula.
La niña británica le avisó (por medio de señas) a una compañera de clase para que la ayudara a cerrar la boca, pero lo único que consiguió fue harcerse más daño. Tras esta situación, no pudieron evitar el hecho de que toda la escuela se entere de lo ocurrido. La pobre Holly tuvo que ir corriendo con la boca abierta por los pasillos del colegio hasta llegar a la enfermería, pero allí tampoco pudieron ayudarla.