Revista Libros
Boston. Sonata para violín sin cuerdas, de Todd McEwen
Publicado el 13 mayo 2013 por José Angel BarruecoÉsta es una de las novelas más divertidas de la temporada. Por la conducta estrafalaria del protagonista y la cadena de accidentes y desventuras que se van enlazando a su trayectoria me trajo a la memoria La conjura de los necios. Es increíble que, datando del 83, no se hubiera publicado antes en España; aunque imagino que traducirlo es una auténtica proeza por el modo en que el narrador deforma palabras, incluye jerga e incluso inventa términos.
Todo comienza en el momento en que el protagonista, William Fisher, se cae y se golpea la cabeza y tienen que ponerle un aparatoso vendaje. A partir de ese accidentes e inicia para él una serie de pequeñas catástrofes y desencuentros con enloquecidos personajes que le empujan a creer que la gente lo mira o se mete con él por culpa de las vendas ensangrentadas que lleva (y porque empieza a ir desastrado y sin afeitar), y logran que siempre repita una frase (o variaciones de la misma): Mi vendaje no tiene nada que ver con mi comportamiento. Durante unos días se relaciona con varias mujeres, se emborracha a muerte con mendigos, pulula con borrachos pendencieros, tiene accidentes y altercados e incluso es capaz (sin que sea su propósito) de preparar una revuelta ciudadana que la policía tratará de sofocar. Pasen y lean una odisea urbana cómica en la que, además, el autor rompe muchas reglas en la prosa (falta de puntuación, rechazo de las comillas o de las cursivas o de los guiones en los diálogos, etc). Varias muestras:
Se despertó horas después en plena noche helada de Boston y comenzó a enfadarse según los acontecimientos del día de le abalanzaban antes de que estuviera preparado. Especialmente el recuerdo del accidente. Pues claro que me ha sucedido esto pronunció en voz alta Hoy es domingo y los domingos son terriblemente ineludibles estés donde estés. El DOMINGO es siempre el mismo pero cada semana TÚ vas siendo menos y menos. El domingo es un gigantesco Reloj del Aniquilamiento que mide con sangre la lenta muerte de grandes y pequeños igual en el campo que en la ciudad. Clavándonos a todos al sucio felpudo de la vida bajo su incalculable peso, el domingo te machaca las entrañas con mecánico júbilo y el imperceptible movimiento de su despiadado minutero.
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Si no me hubiera golpeado la cabeza podría haberme desnudado en la oficina sin que supusiera un escándalo. Es tan injusto. Nos juzgan siempre por nuestras heridas. Todo es vanidad y anhelo de viento dijo Fisher al camarero. Claaaro respondió este. Fisher se quedó mirando el vaso de cerveza negra y trató de establecer un sistema para beber. Cada vez que escuche a alguien pedir un whisky le daré un trago pensó Eso funcionará. ¡Whisky! pronunció una voz áspera casi inmediatamente y Fisher elevó el vaso a sus labios.
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Si algo va mal todo va mal. Si tienes un mal día no te puedes refugiar en una buena cerveza. Te la servirán corta y sin espuma porque no hay una escapatoria real posible y las cosas se limitan a empeorar y empeorar y empeorar todo el tiempo a través de todas las eras geológicas. Toda la historia del Todo es solo un lento deterioro que resulta más fácilmente apreciable en la pérdida de modales, pero que tiene lugar sin embargo en los estratos de las rocas y en los templos y en la cada vez menor disponibilidad de tabaco de alta calidad para pipa pensó Fisher sentado en un banco con una punta que se le clavaba en el culo.
[Automática Editorial. Traducción de Enrique Maldonado Roldán]