Dice "la Botella"- interrumpió Jacinto - que no se volverán a realizar macrofiestas mientras ella sea alcaldesa
n la terraza de Gregorio – bar situado a las afueras de Salobre – todas las tardes juegan a los naipes los "cuatro jinetes del Ponche". Entre partida y partida, afloran los sables ideológicos que se esconden detrás de la baraja. Jacinto, banquero jubilado de los tiempos de Franco, es raro el día que no pone contra las cuerdas al rojo de Ignacio. Su medio bigote al estilo hitleriano, y su discurso adornado con las sombras del No-Do; sirven a Manolo para defender a bombo y platillo las políticas de Mariano. Entre sotas, caballos y reyes; se esconden los "culos de vaso" de Rodolfo, el sepulturero. Las palabras de Piqueras y las imágenes de Sandy son los cinceles que cortan el silencio en el reino de los bastos.
Cuando era alcalde – afirmaba Nacho, mientras barajaba los naipes- cada vez que sentía los pisotones de la gente subían los votos en las urnas de mi partido. Recuerdo el último día que me puse las botas verdes… Nunca olvidaré el llanto amargo de aquella mujer que en cuestión de dos horas vio cómo el río de la avenida le sustraía de un plumazo todos sus años de trabajo. Las manos temblorosas de Andrés, un niño de seis, y sus dientes tiritantes se clavaron como púas en los rincones de mis adentros. En aquellas inundaciones – seguía el exalcalde, ante los ojos atentos de Rodolfo – aprendí que tanto la amistad como la política van cogidas de la mano. El político como el amigo, querido don Manolo, es aquel que está disponible a altas horas de madrugada. Las botas de Schroeder le sirvieron al germano para ganar la partida en los últimos instantes de la jugada. El barro resbaladizo de las desgracias mundanas – sentenció el jinete de las espadas – sirve al camarada para acercar las distancias entre los mármoles de palacio y los adobes de la calle.
Los fachas de este país - interrumpió el sepulturero, mientras se desprendía del tres de copas - nunca ha calzado bien las botas de la izquierda. En tiempos del Prestige, recuerdo como si fuera hoy: mientras subían autocares de Salobre a Santiago. Aznar, el del bigote, tardó más de un mes en sentir el olor asfixiante de las manchas de chapapote. Se comportó, queridos compañeros, como "el amigo" al que se refería Nacho. El mismo conocido que pone excusas e impedimentos en los momentos de socorro. Mientras Michael Bloomberg, alcalde de Nueva York, estuvo al pie del cañón en los atentados del 11-S. Las filas aznarianas se movieron en el fango de la mentira durante los atentados del 11-M. Al final las losas del cementerios son algo más que un catálogo de nombres y fechas esculpidas – sentenció el sepulturero-.
El político como el amigo, querido don Manolo, es aquel que está disponible a altas horas de la madrugada
Mientras Jacinto y Manolo metían prisa a Rodolfo e Ignacio para terminar la partida, las sirenas del Madrid Arena - en la plana de Gregorio - desviaban la atención de sus compañeros de baraja. Mi Nuria – en palabras de Manolo – estuvo allí la noche de Halloween. "Papá no te puedes ni imaginar la gente que habíamos allí metida - me dijo asustada-. Estuvimos literalmente prensados como sardinas en lata, imposible que allí se respetara el aforo. Es más – me dijo entre lágrimas mi hija – ni nos dimos cuenta de lo que sucedió en el pasillo de la bengala". Dice "la Botella"- interrumpió Jacinto - que no se volverán a realizar macrofiestas de este calibre mientras ella sea alcaldesa. La cuestión, querido Jacinto – le replicó Manolo – no está en hacer o no ese tipo de "fiestas" sino en investigar si se respetaron las medidas preventivas y depurar responsabilidades. En este país de granujas – dijo en voz alta un enérgico Ignacio, a punto de perder la partida - es más fácil hacer la vista gorda que poner a gente entre rejas.
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Don Ricardo