Revista Opinión

Botsuana: ¿milagro africano?

Publicado el 25 enero 2018 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

Pobreza, refugiados, hambrunas, VIH, golpes de Estado militares, dictaduras, sequías, desforestación… Estas son algunas de las palabras más escuchadas para describir la cuna de las civilizaciones, el África subsahariana. Pero hay excepciones como Botsuana, un país que evitó el colapso durante la época colonial y se desmarcó de los conflictos internos por el control de los recursos naturales, tan comunes en los países africanos.

Una colonización diferente

Antes de la llegada de los comerciantes de esclavos, África subsahariana se componía de varias monarquías familiares de origen tribal, que no se consolidaron como nación debido a la falta de centralización de los Estados y a los enfrentamientos entre etnias. Los países africanos fueron, además, los que menos aprovecharon las oportunidades que ofreció la revolución industrial. Por si fuera poco, con la llegada de los comerciantes europeos, los absolutistas africanos pasaron de apropiarse de toda producción agrícola a esclavizar en masa a la población y enviarla a los portugueses a cambio de armas y productos de lujo para la élite. Los beneficios de la esclavitud condujeron a la guerra y la destrucción de muchas instituciones existentes, lo cual reforzó el absolutismo, mientras que en Inglaterra los beneficios del tráfico de esclavos enriquecieron a quienes se oponían a él.

Este separatismo y el poder absolutista facilitaron el dominio de los colonizadores, quienes revirtieron la modernización y abandonaron África con un legado institucional más complejo y perjudicial que al comienzo del período colonial. La independencia creó una oportunidad para que líderes sin escrúpulos reforzaran las instituciones “extractivas” —incluidas las económicas, que no crean incentivos para que la gente ahorre, invierta e innove, y las políticas, que ayudan a consolidar el poder de quienes se benefician de la extracción y resultan en guerras civiles, desplazamientos masivos, hambrunas y epidemias— que los colonialistas europeos iniciaron. El resultado es que durante los últimos mil años África ha quedado rezagada con relación al resto del mundo en tecnología, prosperidad y desarrollo político.

Botsuana: ¿milagro africano?
Colonialismo en África. Fuente: El Orden Mundial

Botsuana fue una pocas de las excepcionas. En 1400 las exportaciones de esclavos eran del 0%, una cifra que solo repiten Lesoto, Suazilandia, Túnez y Marruecos. Por otro lado, en el siglo XIX, el rey Khama III —abuelo del primer ministro de Botsuana tras la independencia, Seretse Khama— inició algunos cambios para modernizar las instituciones políticas y económicas, como la construcción de colegios o la fundación de  una compañía de intercambio comercial que exportaba ganado e importaba bienes de consumo. En 1885 el monarca consideró una buena opción que la entonces llamada Bechuanalandia —‘tierra de los batsuanas’— fuera declarada protectorado de Gran Bretaña al pensar que conllevaría la protección contra más invasiones europeas, y utilizó el apoyo británico para definir sus fronteras con las actuales Zimbabue y Sudáfrica. Durante el mandato de Khama III, el colonizador y político británico Cecil Rhodes, fundador de la compañía minera De Beers, inició su proyecto colonizador para saquear los recursos de muchos territorios africanos. Después de crear Rodesia del Norte y del Sur —actuales Zimbabue y Zambia—, Rhodes quiso extender su control hacia los territorios de Bechuanalandia.

Para ampliar: ¿Por qué fracasan los países?, D. Acemoglu y J. A. Robinson, 2012

Temiendo un futuro como el de Rodesia, en 1895 tres jefes de Bechuanalandia —Khama por los bamanguatos, Bathoen por los banguaketses y Sebele por los bakoenas— viajaron a Londres para ofrecer un mayor control de sus territorios a los británicos en lugar de ser anexionados a los territorios controlados por Rhodes y condenarse al desastre y a la explotación. Chamberlain, el entonces secretario colonial, ofreció a los tres líderes tomar las tierras necesarias para el ferrocarril a cambio de compensaciones; finalmente, accedieron, pero limitaron la intervención de los británicos en otros aspectos de la vida política y económica. Así pues, el pueblo batsuana tuvo suerte en parte y su colonización fue distinta a la de la mayoría de países africanos. Las minas de diamantes fueron descubiertas después de la independencia y Gran Bretaña no consideraba que la colonización a gran escala valiera la pena, por lo que el establecimiento de un Gobierno indirecto no tuvo las mismas consecuencias que en países como Zimbabue. Lo que no fue un golpe de suerte fue tener unos líderes que gozaran de cierta autoridad y legitimidad para representar a sus ciudadanos.

Cuando los diamantes no provocan conflictos

Tampoco fue un golpe de suerte haber evitado el conflicto armado. Los conflictos armados están vinculados a tres factores: las demandas de autodeterminación y autogobierno o aspiraciones de carácter identitario debidas a la heterogeneidad étnica; la oposición al sistema político, económico, social o ideológico —que, como en el caso anterior, motiva la lucha para acceder o debilitar al poder—, y el control de los recursos o del territorio. En África existen actualmente 13 conflictos armados de un total de 33 contabilizados a nivel mundial, además de múltiples situaciones de tensión. ¿Por qué Botsuana no sucumbe a la inestabilidad de la zona?

En primer lugar, Botsuana goza de cierta homogeneidad étnica: el 79% de la población se considera de etnia batsuana. Las potencias coloniales dividieron los grupos étnicos en fronteras definidas arbitrariamente, que se mantuvieron prácticamente intactas con la descolonización junto con las tensiones entre etnias que luchaban por el control del territorio y de los recursos. Si bien es cierto que la diversidad nunca debería causar conflictos armados, estos son comunes cuando un grupo pretende dominar al resto y ataca al colectivo más subordinado cuando ve ignoradas sus demandas. En Botsuana se ha conseguido crear un sentimiento de pertinencia gracias a la centralización del Estado, la enseñanza de una lengua común en las escuelas y, en algunos casos, tomar en consideración las demandas de las minorías. Por otro lado, la familia Khama pertenece a la élite ganadera y el Estado no reconoce la existencia de otros grupos étnicos, como los sanes, bantús, kalaharis, kanegas y kalengas.

Por otro lado, la aparente estabilidad política podría explicarse porque algunas instituciones nativas previas a la colonización siguen siendo parte esencial del funcionamiento actual y se mantuvieron mientras Botsuana fue un protectorado inglés. Una de ellas es la kgotla, una asamblea tribal donde se discuten y se toman decisiones consensuadas sobre aspectos políticos y legislativos que afectan a la comunidad de forma colectiva. El debate es guiado por las autoridades tradicionales y está prohibido interrumpir; además, la jefatura no es estrictamente hereditaria, sino que está abierta a cualquier hombre que demuestre una capacidad significativa. Esta institución fue la base para asimilar el pluralismo en el sistema político posterior a la independencia mientras la mayoría de países africanos caían en el autoritarismo más macabro, como el caso de Zimbabue con Mugabe, y también fue esencial para evitar que los intereses de las potencias extranjeras sedujeran a alguna de las tribus, con lo que frenaron posibles desastres como el del Congo.

Botsuana: ¿milagro africano?
Asamblea kgotla. Fuente: Daily News Botswana

Milagrosamente, Botsuana ha evitado conflictos armados a pesar de disponer de importantes reservas minerales. Durante la época colonial, los líderes batsuanas bloquearon la prospección de minerales porque sabían que, si los europeos descubrían piedras o metales preciosos, se acabaría su autonomía y la violencia sería común. Como no se conocían las reservas minerales, el país fue ignorado y Bechuanalandia, sin salida al mar, fue simplemente una zona de tránsito para misioneros, comerciantes y aventureros. Lo que no pudieron evitar sus líderes en aquella época fue que el protectorado se convirtiera en una gran reserva de mano de obra no cualificada destinada a trabajar en la industria minera en la actual Sudáfrica. Desde su independencia, al contrario de lo que ha sucedido en la mayoría de países africanos con recursos naturales, esta riqueza no ha derivado en una lucha por su control, sino que ha permitido el desarrollo de este país surafricano y un importante descenso de la pobreza.

Las claves del desarrollo botsuano

La independencia del Reino Unido llegó en 1966. En ese momento, el PIB per cápita no llegaba a los cien dólares y el país dependía de la ayuda extranjera. 50 años después, la renta per cápita era de 3.383 dólares. Pero la mejora no ha sido solamente económica. En 1966, Botsuana tenía tan solo 20 km de carreteras pavimentadas, 22 ciudadanos con títulos universitarios y 100 con estudios secundarios y el país estaba rodeado por los regímenes blancos de Sudáfrica, Namibia y Rodesia, todos ellos hostiles a países africanos independientes dirigidos por negros. Sin embargo, hoy es uno de los países africanos con mayor índice de desarrollo humano (IDH). Mientras que en la mayoría de países subsaharianos los Gobiernos poscoloniales repitieron e intensificaron los abusos de sus antecesores extranjeros, en sociedades como Botsuana utilizaron ese momento histórico para iniciar un proceso de cambio político y económico que generó desarrollo social y económico gracias a la inclusividad de sus instituciones.

Botsuana: ¿milagro africano?
La difícil situación del África subsahariana. Fuente: Cartografía EOM

Las instituciones económicas inclusivas son las que garantizan los derechos de propiedad, la estabilidad macroeconómica, el buen funcionamiento de los mercados y la igualdad de oportunidades para que los ciudadanos puedan mejorar su situación económica. El derecho a la propiedad privada está arraigado en Botsuana, donde la tierra era de propiedad comunitaria, pero el ganado ha sido históricamente de propiedad privada. Mientras los yacimientos minerales permanecían ignotos, el ganado era la principal fuente de ingresos, pero actualmente el principal sustento de la economía botsuana es la producción de diamantes, que alcanza cerca del 40% del PIB del país y en la década de 1990 convirtió el país en el principal productor mundial de diamantes. Las otras fuentes de ingresos provienen de los servicios financieros, la agricultura y el turismo, especialmente los safaris. El mercado botsuano es abierto y competitivo, solamente comparable con algunos países asiáticos como China y Corea del sur, lo que ha propiciado el auge del sector privado y la creación de empresas. En 2000 era el mercado emergente más atractivo para inversores y exportadores, solamente precedido por Singapur.

Por otro lado, las instituciones políticas inclusivas garantizan la participación y el pluralismo en las decisiones políticas y en la administración de los asuntos colectivos, además de mantener unas estructuras de Estado fuertes. Botsuana ha tenido desde su independencia un régimen democrático multipartidista, aunque en 50 años solo ha gobernado el Partido Democrático de Botsuana (PDB), fundado en 1960 por Quett Masire y Seretse Khama. Se considera una democracia liberal, con elecciones libres, pacíficas y regulares cada cinco años. Además, después de la independencia se creó un aparato estatal central eficiente y relativamente fuerte, centrado en mantener una política fiscal y económica conservadora, orientada al crecimiento económico y al desarrollo, y en mantener buenas relaciones con las agencias internacionales de financiamiento. La centralización de las estructuras estatales comenzó en 1965 con la Ley de Jefatura, la cual otorgaba el poder al Estado y al presidente electo y retiraba a los jefes tribales el derecho a asignar tierras, además de posibilitar remover del cargo a un jefe si fuera necesario. En esta línea, destaca la burocracia pública, con una formación de alto nivel, disciplinada, bien remunerada y con líneas de responsabilidad y de autoridad claramente definidas.

La industria minera no solo no provocó conflictos armados por el control de los recursos, sino que tuvo un papel fundamental en el desarrollo del país. El primer gran descubrimiento se hizo en tierras de los bamanguatos, lugar de procedencia de la familia Khama. Antes de anunciarlo, el propio Seretse Khama promovió un cambio legislativo por el que todos los derechos minerales del subsuelo se concedían a la nación y no a la tribu. Así garantizaba que la riqueza de los diamantes no crearía grandes desigualdades entre territorios e impulsaba la centralización estatal, ya que los ingresos generados se destinaron en buena parte a la construcción de infraestructuras, la inversión en educación y sanidad y la creación de un aparato administrativo sofisticado, todos ellos elementos esenciales para el desarrollo y la inclusión en las instituciones. Entre los años 80 y 90, el país subsahariano implementó políticas sociales que incrementaron el acceso y la permanencia en la escuela, con un promedio de 9,2 años de escolarización frente a la media regional, de tan solo 5,4 años, y más del 80% de sus ciudadanos con educación secundaria. Además, todos los botsuanos tienen acceso a una pensión por vejez —frente al 20,5% en el resto de la región—.

La desigualdad, un mal endémico

La población de Botsuana se ha beneficiado de una mejora de sus condiciones de vida, pero convive con una alta tasa de prevalencia del VIH en adultos (22,2%), mientras que el promedio subsahariano es del 5,1%. La epidemia se extiende por el corredor minero, que incluye Botsuana, Zambia, Suazilandia, Lesoto, Mozambique y Sudáfrica, donde la población está en continuo movimiento por trabajo. Asimismo, el acelerado crecimiento de su economía contrasta con un incremento de las desigualdades y de la pobreza extrema entre los sectores más ignorados, particularmente los sanes. Desde la independencia, con Seretse Khama en el poder, el Gobierno no reconoce las minorías étnicas y en las escuelas solamente se enseña setsuana e inglés, lo que ha generado una mayor cohesión social a costa de silenciar las demandas de las minorías étnicas que no pertenecen a la élite gubernamental y económica.

Una de las relaciones más tensas es la que tiene el Gobierno con los sanes —también conocidos como bosquimanos o basarwas—. La tensión aumentó en los años 90, cuando el Gobierno los clasificó como pueblos nómadas y sin derecho sobre sus tierras tradicionales en el desierto del Kalahari, en zonas que han sido convertidas en parques nacionales dirigidos al turismo de safaris y cuyo subsuelo es rico en minerales, especialmente diamantes. A pesar de su gravedad, es un conflicto desconocido porque, aunque a partir de los 80 surgió una prensa independiente con algunas publicaciones semanales privadas, los medios electrónicos y la prensa están controlados por el Gobierno, el cual puede prohibir la publicación de información que considere políticamente decisiva, como todo lo vinculado con la actividad sindical, conflictos internos, demandas de los grupos étnicos minoritarios y gastos y programas de defensa. En 2016 Survival International otorgó el premio “Racista del año” a Ian Khama, hijo de Seretse Khama, por sus prejuicios hacia los indígenas debido al uso por parte de las autoridades estatales de violencia contra sanes, la prohibición a la minoría de cazar y la persecución que viven.

Botsuana: ¿milagro africano?
Mujeres sanes. Fuente: The Botswana Gazette

Aunque la desigualdad no se perciba en la posesión de tierras, esta es evidente entre la etnia batsuana, de tradición ganadera de fácil exportación, y las minorías étnicas como los sanes, que se dedican a la agricultura en un país con un clima imprevisible. Además, el sector de la minería, que representa el 40% del PIB, está controlado por compañías extranjeras. Por lo tanto, sus principales sectores económicos generan riqueza, pero no una mayor igualdad. De hecho, Botsuana escalaría 33 posiciones en el IDH si solamente se tuviera en cuenta la renta per cápita; el país se sitúa en la posición 108.ª debido a que no tiene valores tan positivos en otras dimensiones. El coeficiente de desigualdad humana es de los más altos del mundo, similar a los países con un IDH muy bajo, y precisamente donde más disparidad hay es en los ingresos —55,5%—. A pesar de la mejora en las condiciones de vida, la riqueza sigue en manos de la élite étnica mayoritaria, a la cual pertenece el actual presidente, Ian Khama.

En Botsuana se celebran elecciones regulares y pacíficas cada cinco años, pero el mantenimiento en el poder del PDB desde la independencia le ha permitido desarrollar una estrategia para controlar las relaciones clientelares, lo cual afecta a las decisiones, los procesos y la distribución de ingresos públicos. La perpetuación de este sistema se debe a la cohesión entre el PDB y gran parte del electorado, que se identifica como batsuana, consecuencia en parte de la implementación de políticas para mitigar las diferencias culturales existentes. Asimismo, de acuerdo con la Constitución, el jefe de Estado tiene poderes casi ilimitados; por ejemplo, no está obligado a tomar en cuenta la opinión de su gabinete ni del Parlamento y goza de inmunidad civil y penal durante su mandato, limitado a dos legislaturas. Es por ello que la puntuación de Botsuana en Transparencia Internacional ha disminuido en los últimos años, si bien en 2016 lideraba África y se posicionaba como el 35.º a nivel mundial, por encima de países como España.

Para ampliar: “Botswana: entre el autoritarismo liberal y la democracia”, Hilda Varela, 2006

Los motores de este desarrollo relativo son las instituciones inclusivas, que fomentan la igualdad de condiciones y oportunidades. Pero paliar estas grandes diferencias es un trabajo constante y, a pesar de que Botsuana ha potenciado el pluralismo y la inclusión en sus instituciones, la desigualdad —y, por lo tanto, las instituciones extractivas— siguen estando presentes, lo que pone en el punto de mira la prosperidad admirable de este milagro africano.


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