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Bóveda con la Apoteosis de la Monarquía Española de Luca Giordano

Publicado el 09 agosto 2024 por Rmartin
Bóveda con la Apoteosis de la Monarquía Española de Luca Giordano

Realizado hacia 1697

Pintura al fresco, Pintura al seco (falso fresco o a la cal) sobre revestimiento mural de 1400 X 2100 cm

Bóveda del antiguo Salón de Embajadores del palacio del Buen Retiro, realizado junto al antiguo Cuarto Real de San Jerónimo y mandado levantar por orden del Conde Duque, como residencia real, lugar de esparcimiento y de recepción pública y oficial de los monarcas. Dentro de este conjunto, en la parte oriental, se levantó un pequeño edificio, encargado después de la inauguración del Palacio del Buen Retiro (1632) a Alonso Carbonel, aunque el remate final de las obras parece que se realizó en 1692 (Palomino). Los restos que actualmente se conservan corresponden al Casón del Buen Retiro, donde se ubica la Biblioteca del Museo Nacional del Prado. Su primitiva estructura ha sido sucesivamente alterada, de modo que solamente se ha respetado del primitivo edificio el techo pintado por Luca Giordano si bien restaurado en varias ocasiones y transformadas o perdidas algunas de sus partes. La decoración de la bóveda representa la apoteosis de la monarquía española. Giordanodesarrolla una compleja iconografía repleta de símbolos, personajes históricos, mitológicos o alegóricos, todos ellos relacionados con la monarquía hispánica, que mostraba así su antigüedad, potencia militar y preeminencia entre las casas reales europeas. En el testero oriental se sitúa la escena más celebrada y que da nombre al conjunto: la entrega del vellocino al duque de Borgoña, Felipe el Bueno, de manos de Hércules, remontándose así al origen mítico de la Orden del Toisón de Oro tradicionalmente asociada a los monarcas españoles. Con ello Giordano se permitió la licencia de sustituir al adúltero Jasón por Hércules. Detrás aparece la proa del Argos, la nave que permitió a los argonautas, con Jasóna la cabeza, conquistar el mítico vellocino de oro, premio con el que esperaba recuperar su reino. Detrás, el mar, representado por Neptuno, Anfitrite y unas ninfas. En los extremos de la bóveda aparecen otros asuntos protagonizados por Hércules: a la izquierda, la Gigantomaquia y, a la derecha, su lucha con Anteo. La reiterada presencia de Hércules lo convierte en el indiscutible protagonista de la decoración, sin duda por su carácter virtuoso, que vence allí donde el resto habían fracasado, aspectos ambos que justifican su tradicional vinculación con la Monarquía española. El grupo de Hércules entregando a Felipe el Bueno el vellocino para que lo coloque en el collar de la orden se completa en su parte superior con el elegantísimo escudo de los territorios sometidos a la Casa de Austria: los reinos de Castilla y León, Aragón, Sicilia y Granada y, más abajo, Austria, Borgoña (antigua y moderna), Brabante, Flandes y Tirol. Todos ellos cobijados por la corona real, que acoge al sol en su interior. A ambos lados aparecen ninfas portando la diadema -signo de la Realeza- y el olivo -la Paz-. Continúa la bóveda celeste, en la que aparecen claramente las constelaciones de Géminis, Argos, Tauro, Leo, Draco, etc. A continuación, Giordano dispuso el Parnaso con los dioses del Olimpo presididos por Júpiter, sobre el que vuela el águila con la que habitualmente se asocia. En el extremo opuesto de la bóveda situó la representación alegórica de España a través de una figura femenina que porta en su mano derecha los cuatro cetros de sus reinos, sobre la que Giordano dispuso una serie de figuras que aluden a sus virtudes. A sus pies, a la derecha, pueblos de diverso origen y religión que se someten mansamente a la autoridad. La herejía -dragón-, el Furor Bélico, el Poder Temporal -león con cetro-, así como los reinos sometidos -armiños y coronas- y las riquezas ganadas en las campañas militares -monedas, joyas y objetos de oro y plata-, completan el significado del conjunto. A la derecha de España se encuentra un niño que despliega una cartela en la que puede leerse OMNIBUS UNUS, sentencia latina que puede traducirse como Uno para todos. En las esquinas de la bóveda aparecen las Cuatro Edades de la Humanidad: la Edad de Oro, la Edad de Plata, la Edad de Bronce y la Edad de Hierro, en cuya representación Giordano siguió muy de cerca el relato de las Metamorfosis de Ovidio y las imágenes creadas por Cesare Ripa (1560-1645) en su Iconología. La primera de ellas, junto a la Gigantomaquia, corresponde al periodo ideal de la humanidad, sin guerras ni enfermedades, en una permanente primavera que producía trigo sin necesidad de sembrarlo. La figura principal del grupo encarna a la propia Edad de Oro, mujer cubierta con un manto dorado y cobijada por una encina, el árbol de Júpiter, que vuelve su rostro hacia el escudo de la Monarquía española. A la izquierda se sitúa Céfiro, el viento del este, suave y benéfico, que precede a un cortejo de figuras que refuerzan su significado: un amorcillo con un molinete, un águila y una mujer que coloca unas alas a un segundo niño. Sobre ellos aparece Flora portando un cuerno que contiene los frutos de este benéfico periodo, precediendo a otras ninfas con espigas y frutos. La Edad de Plata está presentada por otra matrona con un manto de ese color, que porta en sus manos espigas y un arado, puesto que los frutos ya no brotan espontáneamente. A la derecha, las cuatro estaciones señalan la llegada de un clima menos benigno y, sobre ellas, el Tiempo, -una de las figuras más castigadas del conjunto-, que rige el ciclo de las estaciones. Junto a los pueblos sometidos por España aparece la Edad de Bronce, de índole más violenta y más proclive al uso de las salvajes armas, pero sin llegar a la depravación. Fiel a la propuesta de Ripa, nos muestra a una mujer cubierta con un manto color malaquita, yelmo con fauces de león y una lanza en las manos. A la derecha, Giordano representó un grupo de muy difícil identificación presidido por la imponente Minerva, una de las figuras más soberbias de todo el conjunto, que aparece en la bóveda por segunda vez, después de su decisivo combate contra los gigantes. Representa esta diosa la forma más positiva de entender la guerra, protectora de importantes personajes del ciclo argonáutico, como Jasón o el propio Hércules, y encarnación de la prudencia y la sabiduría. La acompañan en un plano inferior las dos aves con las que habitualmente se asocia: la corneja, por su capacidad de adivinar el futuro, y la lechuza, por su habilidad para ver en la oscuridad, que le permite ver lo que otros ignoran. Detrás aparece la amenazante figura de Marte, la otra cara de la moneda, representación del carácter destructivo de la guerra, al que acompañan el Terror -con cabeza de león y látigo- y la Ira -con antorcha, espada y yelmo que arroja llamaradas de fuego-. Delante del grupo, niños y jóvenes aladas portan armas en dirección a la Edad de Bronce, puesto que esta Edad ya conoce la guerra. Y, finalmente, la Edad de Hierro, la más destructiva y temible, aparece representada por una figura de aspecto herrumbroso con casco en forma de cabeza de lobo y que porta en sus manos guadaña y escudo con la representación del Fraude, personaje de aspecto humano y cola de serpiente. A la izquierda, y sin que aparezca clara la relación entre ambos, el carro de Cibeles, que habitualmente representa la Tierra y, como también ocurre con Minerva -situada justo enfrente-, se tenía por protectora de las ciudades, que coronan su cabeza. Otros atributos que se asocian a este personaje son la llave, el carro tirado por leones, el cetro y el orbe, portados por un niño que precede el cortejo, así como el personaje barbado con casco y lanza, sacerdote de la diosa. Debajo de todo ello, Giordano situó una balaustrada a la altura de los lunetos, en cuyos vértices dispuso parejas de filósofos en grisallas y, en la base de la bóveda, las nueve musas -con la desaparecida Erato-, en cuya representación siguió muy de cerca las recomendaciones de Ripa. A todas ellas acompañó, como corresponde, Apolo, el cual fue inexplicablemente sustituido en fecha incierta por el libidinoso fauno que ahora existe. Como diosas de las artes y las ciencias, y junto con las parejas de filósofos que coronan los lunetos, sostienen la historia del mundo, que se narra en la bóveda y adornan a la Monarquía española. La balaustrada constituye un hábil recurso retórico utilizado por Giordano para diferenciar el mundo alegórico-mitológico del real, que aparece representado por pequeñas figuras que se asoman para contemplar, asombradas, el prodigio que aparece ante sus ojos.

TEXTO: Web del Museo de El Prado

Ramón Martín



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