Revista Opinión

Bozalosis

Publicado el 18 agosto 2020 por Jmlopezvega
Bozalosis

S iendo yo un chaval, la sección de sucesos se nutría de un siniestro goteo de muertos por un canicazo en la malhadada 'Curva de la Botica', cerca de Solvay. Un cruce ciego en medio de una curva muy cerrada, cuando los coches eran tartanas sin reprís ni buenos faros. Un punto negro que tardó años (años) en ser clausurado por marañas dizque legales. ¡Ah, la norma, tan estricta o tan coladero como decrete la autoridad incompetente!

Tiempo más acá, a semejante autoridad le place parapetarse en los 'expertos'. Uno particularmente famoso -del que se sabe que es aragonés, montañero, más aficionado a las motos que a la peluquería y cuya efigie se tatúan los perturbados en el muslo- es el Gurú Oficial en materia de pandemias. En lo más crudo de la última, manifestó que la mascarilla era absolutamente desaconsejable (incluso peligrosa) para el ciudadano común.

Luego, aunque la botica ya no tenía curva, pegó el volantazo de afirmar -sin rubor- que no lo había dicho científicamente 'convencido' por razones sanitarias, sino 'oportunamente' demagogo porque no disponía de mascarillas para todos. Sorpresa mayúscula. Mantenía al principio, como la OMS, con absoluto raciocinio, que la mascarilla tiene poco sentido en espacios abiertos, pero luego dio tremendo derrape para sumarse a la absurda obligación de llevarla ¡yendo en bicicleta!

A tanta inconsistencia le llaman dar 'palos de ciego' (curiosamente aquí no usan los circunloquios 'invidente', 'persona con discapacidad visual', etc, pero no voy a eso). Voy a que la metáfora es inapropiada, pues un ciego es capaz de largar el hostiazo con rectilínea puntería. Que se lo digan a Lázaro de Tormes, que sustraía el vino de su ciego mediante un orificio en el culo de la cántara. Se ponía el bribón bajo las piernas del ciego, para que el mosto lo refrescara cayendo desde lo alto, hasta que el ciego desentrañó la jugada y en plena libación, sin avisar, le hizo añicos la vitola con un meteorito de barro cocido.

La autoridad incompetente no sabe qué hacer -nadie lo sabe-, pero lo disfraza de engoladas disposiciones, que no son ni contradictorias, sino directamente estúpidas. Por ejemplo, la cábala de que el fumador exhala virus más lejos (¿mande?), aunque pudiera sostenerse la martingala inversa de que es un benefactor, porque los inhala más hondo. Y no digamos la pamplina de que un niño deba hacer novillos, con rígido protocolo de aislamiento, ¡cuando tenga mocos! Un niño con mocos: el arma letal del Imperio Galáctico contra la Humanidad Inerme.

En mi profesión es desgraciadamente común el dicho 'algo hay que hacer'. ¿Algo, lo que sea, aunque sea fútil o dañino? El hacer algo, aun sin el menor fundamento, se nos hace más legítimo que el observar con prudencia (llámase entonces cobardía). Tirar por donde sea, aun sin brújula, con teatral cara de velocidad e intrépido jaleo de brazos, parece más encomiable que permanecer quieto, porque eso implica fría desidia. ¿Por qué es tan arduo decir 'no lo sé' y por qué tan difícil dejar que los hechos hablen por sí? Infinitos rodeos y subterfugios y milongas para ocultar que no se sabe qué hacer.

El colmo ha sido convertirnos a todos en enfermos contagiosos, sospechosos por naturaleza, aunque la infección apenas se documenta en el 5 % de la población. Lo normal, como siempre, es estar sano, pero la chocante interpretación es que el 95 % se halla 'en riesgo'. Cantabria practica 1.700 pruebas diarias y detecta 78 infectados, pero no se dice que solo está infectado el 4 %, sino muy toreramente que el 96 % restante puede ser contagioso. ¡Leches! El Mercado Nacional de Ganados de Torrelavega mueve un forrón de recursos, energía e impuestos; pues bien, lo cerramos porque hay un trabajador infectado. ¡Releches!

La frenada es asunto delicado, como expresó Muñoz Seca con el juego de las siete y media. Juego vil y traidor que mil veces juegas y te pasas o no llegas; y el no llegar da dolor, mas te pasas y es peor. Es obvio que un quirófano exige una indumentaria específica, pero se impone la chorrada de vestirse igual en las cafeterías. Es obvio que debe llevar mascarilla (y más cosas) el pobre encargado de rascar las napias a la gente, para la prueba PCR. Ahora bien, ¿necesita bozal por Mataleñas, donde el contagiador ni está ni se lo espera? Asar la manteca, oiga.

No me alineen, por favor, con el irreconocible Miguel Bosé, que anda desprestigiándose con litigios cada vez más indescifrables. Yo me burlo del uso indiscriminado de la mascarilla, entre otras 'medidas' tirando a chocarreras, pero jamás convocaría manifas para que el gentío se desparrame. Y no me hablen, más por favor, de los imbéciles que se agolpan en romerías 'para coger el bicho'. ¡Un contagiado se escupe las zarpas y los demás se le restriegan para infectarse! A esos merluzos no fui yo quien les aprobó las Ciencias Naturales, pero cabe reconocerles que nos iluminan con la verdad: pasará lo que tenga que pasar. Ya lo sabe hasta Quique Setién.


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