Nuestro actual sistema de vida, aunque genera un rol crucial en el planteamiento del Branding de empresa, no es determinante para los modos de actuación, puesto que en principio, el Branding ha de llevar a cabo, el compromiso conjugado entre su valor funcional y el valor emocional en el que este último, recobre la autonomía de su presencia para crear la singularidad de la marca.
Recuperar la dimensión humana en función de la demanda social y al servicio de las necesidades del usuario, significa equilibrar las fuerzas en tensión provocadas por la competencia y asentar reputación en torno a una dispuesta responsabilidad social por parte de la entidad.
Aceptar el reto para dicha emancipación es otorgar al espacio propio que circunscribe el Branding la opción de perdurabilidad y rentabilidad para su marca.
Tal proceso, viene implementado por un juego de relación de empatías entre los usuarios y la corporación que se asocia y se establece a un movimiento tectónico para rescatar al hombre de la deshumanizada caricatura, o del perfil estereotipado utilizado por la compañía con su lenguaje de cazador, seduciendo con su discurso al rededor de la mercadería que ofrecen sus mensajes.
Dar libertad a la construcción constante de relaciones espaciales en movimiento y desarrollo de experiencias, es integrar la arquitectura de los espacios para el Branding, la suma de los puntos de encuentro con el ambiente natural que expansiona la actividad corporativa.