La reglamentación aprobada este mes le dio más dientes a la reforma constitucional al establecer la imposición de multas por varios cientos de dólares en contra de los empleadores que no registren legalmente a los trabajadores domésticos, aunque Avelino dijo que el efecto de la medida puede ser menoscabado por otro derecho que otorga la Constitución brasileńa que impide a las autoridades inspeccionar las moradas de las personas sin contar con el permiso del propietario.
Aveledo cree que aparentemente la mayoría de los patronos ha cumplido con la nueva legislación que cobija sólo a los empleados domésticos que trabajen más de tres días a la semana en una casa.
Por mucho tiempo el tener trabajadores domésticos internos ha sido un privilegio del que han gozado las clases medias altas y altas de Brasil, donde es incluso raro encontrar pequeńos y modestos apartamentos que no tengan un "área de servicio", dónde los trabajadores domésticos tienen donde dormir y bańarse.
Eso, no obstante, está cambiando. Con la creciente formalización del trabajo doméstico y las mejoras en la calidad de vida de los brasileńos que vivían en la pobreza extrema que son quienes tradicionalmente copan esos trabajos, cada día se está haciendo más difícil encontrar una empleada doméstica que quiera vivir en la casa de los patrones.
Pagar por un trabajador doméstico interno varía entre 320 a 670 dólares al mes en Río de Janeiro, aunque Avelino estima que en todo el país unos 35.000 empleados todavía viven en condiciones de semi-esclavitud y que trabajan para tener alojamiento y comida y reciben poca o ninguna remuneración.
Decenas de millones de brasileńos han salido de la pobreza durante la última década debido a los programas de ayuda del gobierno y al crecimiento económico del país. Las cifras del censo muestran que la cantidad de trabajadores domésticos ha disminuido bruscamente, incluso antes de que la legislación entrara en vigor. Mujeres que en el pasado no habría tenido más remedio que trabajar como empleadas domésticas ahora encuentran empleo en supermercados como cajeras, o como manicuristas o como empleadas en departamentos de ventas.
Sin embargo, todavía muchas personas no tienen otra alternativa más atractiva que el trabajo doméstico y que se encuentran en la informalidad laboral. Leme, nińera interna, estima que sólo alrededor del 20% de sus colegas han sido registradas legalmente como consecuencia de la nueva ley.