En el último censo 3% de los brasileños se declararon espiritistas. Bernardo Lewgoy, profesor de la Universidad Federal de Río Grande do Sul, presentó sus estudios sobre la única religión no pentecostal que crece cada año en el país más grande de Latinoamérica.
Bernardo Lewgoy en FLACSO con un busto de Allan Kardec. (Perdón por mi pésimo pulso)
Mientras el Catolicismo pierde fieles cada año, nuevas religiones se abren paso en la conquista de mentes y almas alrededor del mundo.
Una de ellas es el Espiritismo, que en Brasil ya es más que una minoría religiosa.
Los brasileños fueron más allá de la idea de Espiritismo que reúne a un grupo de personas alrededor de una güija. Y hablar de espiritismo en Brasil es hablar de Chico Xavier.
Xavier nació de un vendedor de boletos de lotería y un ama de casa que murió cuando él tenía 5 años. El padre no pudo hacerse cargo de los 9 hermanos y los repartió entre tíos y parientes.
El pequeño Chico quedó bajo la tutela de la tía Rita, una mujer cruel que le aplicaba fuertes castigos.
La única vía de escape para esa vida intolerable llegó a través del consuelo materno: el pequeño empezó a comunicarse con el espíritu de su madre. Se convirtió, sin saberlo, en un precursor del Espiritismo en Brasil.
Xavier presenció la aparición de su mamá por primera vez junto a la sombra de un banano. Su espíritu le recomendó “Paciencia, resignación y fe en Jesús”.
Chico Xavier
Estudioso del Espiritismo de Allan Kardec, autor de “El libro de los espíritus”, Xavier supo darle una vuelta de tuerca a la disciplina que el francés entendía como seguidora de un “pensamiento laico, racionalista e iconoclasta, alejada de todo misticismo religioso”.
Según expuso el profesor Lewgoy en FLACSO Argentina, Xavier supo combinar los aspectos del espiritismo kardeciano, más relacionado con las clases altas masónicas, con el cristianismo y los ritos umbandas afro-brasileños.
En este espiritismo brasileño hay líderes y hay médiums. Los primeros fueron creados para darle entidad religiosa a la doctrina, los segundos son la base de todo: son seres mediante los cuales los espíritus se manifiestan.
La religión ganó popularidad por asociarse con la homeopatía y, parafraseando a Lewgoy, no se hizo popular en Brasil por el heroísmo de sus figuras, sino por sus servicios de cura. “Recetismo mediúnico”, diagnostica el sociólogo.
Mientras que la curación homeopática y las cuestiones espirituales son temas que hoy conforman parte de la cultura New Age, entre los ’40 y ’70 el espiritismo estuvo ligado a una “visión doctrinaria y conservadora del mundo”.
Lewgoy afirma que “Chico es heredero de los valores ligados a la familia y al tradicional ethos católico”. Es decir, que para Chico Xavier ser espiritista es también ser “reverente a Dios, letrado, piadoso, obediente y caritativo, así como buen ciudadano, trabajador disciplinado y miembro amoroso de un núcleo familiar”.
Todos estos valores, lejanos al espiritismo kardeciano, cuajan muy bien con la cúpula militar reinante de los años ’30 y que supo profesar e idolatrar al espiritista.
En los ’80 volvió la democracia y el espiritismo siguió creciendo. Los medios, que ya trataban el tema, se volcaron a hacer novelas y películas al respecto. O Globo hizo la remake de A Viagem, una novela que transcurre en dos niveles de la vida: el terrenal y el celestial, después de la muerte de los tres personajes de la historia.
Hoy el Espiritismo es la única religión que crece aparte del Pentecostalismo, que tiene una popularidad enorme en Brasil. Lewgoy entiende que no es más una minoría religiosa, sino una alternativa. Por eso, 3% de los brasileños se declaró espiritista en el último censo.
El número se duplicó en los últimos 20 años y es incalculable su crecimiento en el mundo a través de la diáspora brasileña, además del “revival” que vivieron los espiritismos locales en otros lugares de Latinoamérica. ¿Escucharemos hablar más de ellos?