Resulta curioso conocer que lo que hoy en día es una de
las más jóvenes capitales europeas, desde el 1 de enero de 1.993, comienza con
un fuerte arraigo celta –allá por el siglo I, antes de Cristo- cuando se
construyen los primeros asentamientos fortificados e incluso se producen las
primeras monedas de plata, denominadas “biatecs”.
Llegaron después los romanos, los eslavos, los ávaros, la
creación del Imperio de la Gran Moravia, en el siglo IX d.c., donde ya el
Castillo es un importante centro militar, económico y eclesiástico. Bratislava,
cuya primera referencia en el año 907, figura en los anales de Salzburgo con la
palabra “Brezalauspurc” comienza a ser disputada por bávaros y húngaros. De
hecho, en el año 1.536, Bratislava se convierte en la capital de Hungría, sede
del Parlamento y donde, en el transcurso de tres siglos, son coronados hasta 11
reyes húngaros y 8 esposas reales.
Bañada por el Danubio, no dejará de ser codiciada no solo
por los gobernantes de Habsburgo sino por el propio Napoleón. En 1.805, después
de la victoria de Napoleón en la Batalla de los Tres Emperadores en Austerlitz,
el Salón de los Espejos del Palacio Primacial, da cobijo a la firma de la Paz de Presburgo entre Francia y Austria. Años más tarde, en 1.891, se inaugura el
primer puente, Puente Viejo, que cruza el Danubio en Bratislava.
Su historia más reciente se inicia el primero de enero de
1.919 cuando la ciudad es ocupada por Checoslovaquia para ser “liberada”, en
1.945, por las tropas del Ejército Rojo. Tres años después, tras un golpe de
estado político, los comunistas asumen todo el poder ejecutivo y, por fin en
1.989, el movimiento ciudadano junto con los estudiantes desalojan al Partido
Comunista del poder. El 1 de enero de 1.993 nace la República de Eslovaquia con
Bratislava como capital, a orillas del Danubio y guarnecida por los pequeños
Cárpatos (Maly Carpaty) compartiendo fronteras, además de Austria y Hungría,
con Chequia, Polonia y Ucrania. Nos encontramos pues en pleno corazón de la
vieja Europa.
El Castillo, mirador fronterizo.
La vista desde el mirador del castillo, en lo más alto de
la suave colina de Slavi de tan solo 85 metros de altitud, nos adentra tan solo 6 kilómetros más allá
del bosque en la frontera con Austria, y a pocos 60 kilómetros de
Viena. Compuesto de 4 torres y pintado en color gris, color preferido de María
Teresa reina de Austria, data del siglo XII. Actualmente este color, dada su
fealdad, se está modificando por el blanco. Su silueta, visto desde arriba, es el de una mesa invertida
y, aún cuando no es posible la visita de su interior consecuencia de su
remodelación, en su fachada se puede observar una curiosa ventana gótica. Le
han sido añadidos, en el siglo XV y en la última finalización del XVII, varios
pisos. Alberga las exposiciones del Museo Nacional Eslovaco y su visita, tan
solo del exterior, nos dejará unas preciosas vistas de la ciudad.
Un recorrido por la ciudad vieja.
Iniciamos nuestro recorrido a pie, a orillas del Danubio y
debajo del Puente Nuevo –que sirve de autopista dividiendo la ciudad-
encaminando nuestros pasos a la Catedral de San Martín. Consagrada en 1.452,
esta bello monumento de estilo gótico, construido sobre la anterior de estilo
románico, tiene una torre de 85
metros coronada por una cúpula dorada, de más de 300
kilos de peso y que simula a la Corona Real de Hungría. Es aquí, como decíamos
antes, donde fueron coronados entre 1.563 y 1.830 once reyes de Hungría y ocho
esposas de reyes. Más arriba, muy cerca de ella, se encuentra la Casa del Buen
Pastor, uno de los mejores ejemplos del estilo rococó de la Europa Central en
el siglo XVIII.
A tan solo unos pasos, por Rudnayovo Nám, a la izquierda
nos toparemos con la calle Ventúrska y su continuación con Michalská brána
(realmente es la misma calle). Estamos en pleno camino real y, al fondo, ya se
divisará la inconfundible silueta de la Puerta de Michalská o Puerta de Miguel.
Pero antes, en el inicio de este recorrido, se nos presenta la Academia
Istropolitana que es la primera universidad de Eslovaquia, fundada en 1.465 por
Mathias Corvin. A la mitad de Ventúrska,
a la izquierda, se encuentra la Embajada de España (calle Prepóská) y en esa
misma intersección el palacio donde Mozart, junto con su hermana, dio su primer
concierto en solitario a la edad de 6 años. Una placa lo conmemora. Pero nos
encaminamos a la Puerta de Michalská, de la primera mitad del siglo XIV,
compuesta de una torre de 51
metros, en forma de prisma que alberga el Museo
Municipal y un museo sobre las armas y fortificaciones de la ciudad; al fin y
al cabo es uno de los vestigios que quedan de la antigua muralla de la ciudad.
Desde su torre, donde en su cúpula tenemos la imagen de San Gabriel matando un
dragón, obtendremos unas preciosas vistas de todo el casco viejo de Bratislava. Es
aquí donde se encuentra el “kilómetro cero” de la ciudad y la señalización de
las distancias con 29 capitales del mundo.
Siguiendo Zamocnická visitaremos ahora otra de las joyas
del rococó. El Palacio de Mirbach, construido en 1.768, es uno de los palacios
más bonitos de Bratislava y, a continuación, la iglesia más antigüa de
Bratislava: El Monasterio de los Franciscanos. Construido en 1.297, de estilo
gótico, en sus grandes salas se rendía el vasallaje al rey, la elección del
alcalde, la determinación de los impuestos y la imposición de galardones.
Nuestros pasos nos encaminan ahora hacia la bonita Hlavné
nám (la Plaza Mayor o del antiguo Ayuntamiento, o la del Mercado) donde se aúnan
diferentes estilos arquitectónicos. En la fachada que da a la plaza del edificio
del Ayuntamiento, con una elegante torre barroca, es curioso apreciar todavía
la incrustación en la pared, debajo del reloj, de una bala de cañón, real como
ella misma, y procedente de uno de los ataques que sufrió la ciudad, en 1.809,
sitiada por Napoleón. También podemos apreciar una inscripción con el nivel al
que ascendieron las aguas del Danubio en una de sus inundaciones. Sobre el
dosel de los arcos que dan acceso al Palacio Primatial (Palacio del Primado) se
encuentran incrustadas unas especies de cuchillos y regleta, de diferentes
medidas, que servían como sistema de medida oficial en los días de mercado. La
fuente monumental que adorna la plaza es del siglo XVI y, descansando
plácidamente en un banco, podremos sacarnos unas fotos en una de las varias
estatuas populares que adornan el casco viejo: un soldado napoleónico que mira
el bullicio de la plaza. Dos de sus edificios son las actuales embajadas de
Japón y Grecia.
Nos adentramos ahora en el Palacio Primatial o del
Primado. De fachada clasicista, en su portada podemos observar las esculturas
de las virtudes; dos pequeños ángeles que representan a la clemencia y a la
justicia, y en su cima un curioso sombrero de cardenal con un peso de 150 kg. Como ya comentamos
en la introducción, en su Salón de los Espejos, fue firmada la Paz de
Presburgo, en 1.805, entre Napoleón y Francisco I de Austria. En su patio
interior se da cabida a una preciosa fuente, la de San Jorge del siglo XVII,
luchando con un dragón de tres cabezas. Actualmente el Palacio es propiedad de
la ciudad.
Finalmente, nos queda visitar el edificio de la Opera de
Bratislava, conocido también como el Teatro Nacional. En su frontal podemos
apreciar los bustos de ilustres como Mozart, Goethe y Litz así como la
escultura de la musa Thalia. Frente a él se muestra la considerada fuente más
bonita de la ciudad: la fuente de Ganímedes, diseñada por V. Tilgner y que abre
paso al bello bulevard Hviezdoslavovo, en el que también se encuentra la
elegante edificación del Hotel Carlton donde antes eran tres célebres posadas:
La Posada del Rey de Hungría, la del Árbol Verde y la Nacional.
En definitiva, Bratislava te invita al paseo, al disfrute
de sus calles, de sus estatuas populares que trataré en otro post y, como no, a
la degustación de su cerveza a precios muy baratos. ¡Que deciros: medio litro
de lager a 1,05 euros!. Una ciudad que se siente europea, alejada de anteriores
yugos y, a pesar de que el salario medio es de tan solo 750 euros, ha recibido
a esta moneda como el adiós definitivo al comunismo. Este fue nuestro paseo por
Bratislava, intenso y apasionante; tanto es así que merece la pena volver.
Mientras tanto, como siempre, yo os desearé: Salud, ciudadanos viajeros.