Cáritas ha hecho público un informe de la Fundación FOESSA en el que se advierte de los niveles de desigualdad en España, los más altos de la Unión Europea. Encontramos frases como esta en el informe: “existe un riesgo notable de que el ensanchamiento de las diferencias de renta entre los hogares españoles se enquiste en la estructura social.”; o como esta: “procesos de dualización social como este conllevan riesgo real de ruptura, lo que significa que el no dotarnos de los mecanismos redistributivos necesarios supone empujarnos a la fragmentación social”.
La libertad, esa quimera que pasa desapercibida cuando la tienes y resulta insoportable en su carencia, le ha ganado la batalla a la igualdad. Los franceses se hicieron un lío con su triada revolucionaria (libertad, igualdad y propiedad). En un mundo dominado por la propiedad privada la libertad es un sueño acechado por los fantasmas de la usurpación; la igualdad no tiene cabida cuando el coche de tu vecino tira más y consume menos o cuando al hijo de tu jefe le regalan por su cumpleaños tu puesto. En un mundo dominado por la diferenciación la igualdad es una rareza. Nos pasamos media vida tratando de identificarnos mediante lo que nos hace diferentes al resto; cuando creemos que ya tenemos una personalidad construida descubrimos que la cosa era mucho más sencilla y no requería tanto celo: basta con tratar de pensar de otro modo, basta con no admitir el discurso dominante, basta con buscar la diferencia en todas aquellas cosas que no se pueden tocar, ni pagar. Los pantalones no me hacen diferente, al contrario, igualan mi categoría de consumidor frente a este otro tipo que tiene, también, unos pantalones que nadie tiene.
La obsesión por la libertad, que nos ha llevado a ser esclavos de nosotros mismos, nos empuja a volar más allá de lo humanamente soportable; Ícaro se quemó las alas con el entusiasmo y, mientras agitaba los brazos desnudos ya de pluma, descubrió que todo vuelo está supeditado a las terrenales fuerzas de la gravedad. En España también hemos volado con alas de ladrillo, pesadas pero efectivas para vuelos cortos.
El informe de FOESSA dice además, para poner nerviosos a los seguidores fundamentalistas de la libertad de mercado, que el crecimiento de la renta no garantiza la distribución de la misma, algo que ya sabíamos. Dicho de otro modo: que Amancio Ortega sea uno de los hombres más ricos del mundo no significa que la renta media de los españoles se vea incrementada. Al contrario, desconfiamos de los pudientes porque no logramos concebir que un tipo se enriquezca trabajando. Lo normal es enriquecerse gracias al trabajo de los demás.
La brecha social de la que habla el informe de FOESSA nos recuerda una vieja cantinela, un antiguo conflicto que adopta distintas máscaras pero tiene siempre el mismo fondo: la lucha de clases. La historia es una tensión entre clases dominantes y clases oprimidas. Lo que ha sucedido en los últimos veinte años no deja de ser un enmascaramiento de las clases facilitado por el crédito. El endeudamiento de la clase media creó la ilusión de la igualdad, ahora sabemos que todo era un espejismo. La crisis no es una anomalía, es el perfecto funcionamiento de todo un sistema jerárquico.