Desde recintos parroquiales del siglo XVI, construidos como representación del fervor religioso de entonces al Passage Pommeraye, una galería en Nantes que data de 1843, los contrastes y la riqueza histórica y arquitectónica de Bretaña Francesa no deja de enamorar.
Las máquinas de la isla (en francés, Les Machines de l’île) son un conjunto de esculturas metálicas, algunas de ellas autopropulsadas, de grandes dimensiones y estética steampunk, que se exhibe en los antiguos astilleros navales de la isla, frente al río Loira.
El Grand Éléphant deja ver sus engranajes y patas en acción. Un maquinista informa sobre la vida del animal y reproduce sus bramidos. Estar en su lomo es como estar en el cuarto piso de una casa en movimiento,con asombrosas vistas a los antiguos astilleros.
Una parada en Vannes es importante para no perderse de un destino multifacético. No sólo es la capital de Morbihan sino todo un espacio único de arte e historia. Sus muelles bordeados de árboles y casas del siglo XV la hacen, sencillamente, maravillosa. Y los lavaderos construidos a orillas del Marle a principios del siglo XIX son sin duda el paseo obligado y la postal clásica del lugar.
La aventura continúa en el Parque Natural de Armórica, y su bosque de Huelgoat. Lugar de rocas enormes y formas extrañas, de menhires, referencias al rey Arturo, al diablo y a hadas. Por caso, cerca corre el río de Argent, donde se dice que habita el reino de las hadas de Huelgoat.
El caos de este paisaje está explicado con una leyenda: Gargantúa, al pasar por la región, pidió hospitalidad a los habitantes del bosque. Se enfadó porque solo le sirvieron un bol de trigo sarraceno y por ello se encaminó hacia la provincia de Léon, pero como venganza fue lanzando aquí todas las rocas que encontró por el camino.
Un paso fugaz por Quimper, una localidad francesa de más de 60.000 habitantes, y capital del departamento de Finistère, y otro por la playa de Trez-Bellec y conocer el molino de Luzéoc, una belleza de principios de siglo XIX, son otras buenas alternativas para cualquier itinerario.
Este maravilloso viaje culmina en Carnac que deslumbra a los visitantes con sus bloques megalíticos ubicados uno detrás de otro, como formando pasillos, en hilera (los famosos alineamientos).
La ciencia ha permitido calcular que estas piedras datan del milenio V antes de nuestra Era, es decir, que fueron depositadas allí en el período Neolítico. Sólo para tomar dimensión del espacio que ocupan estas líneas formadas por piedras, el alineamiento de Le Ménec está compuesto por 1099 bloques dispuestos en 11 hileras de más de 100 metros de ancho y 1,2 kilómetros de largo.