La historia de los repartos comenzó en el neolítico, cuando un hombre primitivo inventó la primera lanza…y los demás se rieron de él. De modo que, ofendido, les hizo un corte de mangas, dejó esa primera lanza de la historia tirada en mitad del campamento y se largó gruñendo (o inventando el alemán, vete tú a saber)…Y los cachondos de la tribu para que no se sintiera tan solo decidieron devolverle esa primera lanza, pero como no había servicio de correos, se la lanzaron a mano. En definitiva, aquel fue un día importante de la prehistoria: la invención de la lanza, el primer envío de un objeto a distancia, la invención del lanzamiento de jabalina, y la muerte por la espalda del inventor del alemán…
Ya en plan más elaborado, Correos, como todo lo que lleve papel (salvo el papel higiénico ), fue inventado por los chinos hace unos 6000 años; y todavía hay alguna carta que no ha llegado a su destino. Ching Pao llamaban a los chinos que llevaban mensajes de esta forma, pero les podían haber llamado perfectamente Ching Aos, teniendo en cuenta lo perjudicado que terminaba de andar todo el día montados a caballo, como Jimi Hendrix.
También se utilizaban palomas mensajeras para enviar mensajitos pequeños de un sitio a otro. En aquellos tiempos era una gozada mirar a ver si tenías correo (no como ahora que está inundado de publicdad) porque si tenías suerte te podías merendar una paloma asada. Supongo que de eso viene la frase de “matar al mensajero”, o no. El caso es que me alegro de que los envíos los hicieran con palomas mensajeras, porque si lo hubieran hecho con cerdos mensajeros la humanidad se habría extinguido por exceso de colesterol en la dieta.
En el imperio romano la cosa era más rudimentaria. El tema de correos se llamaba cursus publicus, pero sólo era para los ricos (al revés que ahora, que lo público es sólo para los pobres), es decir, los ejércitos y los cuñados de los senadores romanos (vamos, los que mandaban por Hispania). De modo que si querías que te llegara una carta de tu primo el esclavo de Pijus Magníficus (un amigo de Mesalina), tenías que conseguir que una legión fuera a tu pueblo a arrasarlo. En realidad lo de Numancia empezó porque los numantinos querían que les repartieran el correo…y ya lo creo que les repartieron…les repartieron mamporros hasta quedarse sin dientes.
Ya en la edad media, cada uno enviaba las cosas como podía, aunque no tenía mucha importancia porque nos pegamos casi 1000 años siendo analfabetos. Pero siempre había algo que enviar a algún amigo. De modo que el rey tenía sus mensajeros (y gente que le leía las cartas), el clero tenía sus propios emisarios, los comerciantes enviaban sus recaderos y si tú eras alguien normalito que llegaba muerto de hambre a fin de mes, pues tenías que hacer como con los romanos: conseguir que alguien fuera a invadir tu ciudad para que te ajusticiaran y cuando estuvieras a punto de ser colgado pues decías lo que quisieras “este es un mensaje para mi primo Paco, el tuerto de Moridanga del Castillar: Que este verano no vamos a ir de vacaciones al pueblo, da recuerdos a los primos”.
Más adelante se crearon las casas de postas, donde los jinetes de correos cambiaban de caballo para continuar con su labor. Se llamaban así porque cuando dos jinetes coincidían allí se apostaban algo.
-¿Qué te apuestas a que llego antes que tú a Moridanga del Castillar?
…a lo que el otro le respondía…
-Lo siento yo voy para Utah
-Anda como Mesalina…
Con estos jinetes el correo se agilizó mucho, y se ganó confianza porque sabías que el correo iba a dar su vida para entregar tu carta, o tu paquete, pero no tenías ni idea de en qué parte del mundo andaba el pobre desgraciado.
Eran tiempos de aventuras cuando el Pony Express atravesaba los peligrosas territorios de Utah para entregar importantes mensajes como: “Te quiero Meryrrous”, o “jelou wa du” (ola ke ase, en inglés del lejano oeste). Sí he dejado pasar deliberadamente lo de Utah para no hacer el chiste fácil, pero qué se le va a hacer el Pony Express pasaba por Utah (..anda como Mesalina).
O como cuando a Miguel Strogoff el Zar de todas las Ensaladillas le encargó traer salsa tártara y mantecados de la estepa…perdón, me he liado, el Zar le dijo a Miguel Strogoff que tuviera cuidado con los tártaros de la estepa que se lo iban a comer en salsa.
Era bonito saber que el mensajero había dado la vida por entregar tu paquete, aunque no tuvieras ni idea de dónde estaba. Hoy en día es completamente distinto, sabes que los envíos con Seur siempre llegan a su destino y encima puedes hacer el seguimiento de dónde se encuentra en el paquete, para que te puedas quedar más tranquilo que un rey.
Por cierto, que fueron los Borbones los que institucionalizaron el servicio de correos parecido al que conocemos hoy en día; infundiéndole, los monarcas, algunas de sus mayores virtudes por eso los Correos siempre van con retraso…
Ya después el mundial del 82, gol arriba, gol abajo, se abrió la veda para que las compañías privadas fueran por las carreteras a toda pastilla repartiendo de un día para otro cualquier cosa que se te ocurra, sin tener que preocuparse por los indios, ni por los tártaros, ni por Mesalina (sólo les acecha la Guardia Civil como el coyote al correcaminos). De hecho hay tantas que no te vendría mal un comparador de mensajería como este.
Si lo hubiera tenido yo hace muchos años habría sabido elegir y hubiera comprendido antes el significado real de la palabra reparto. Yo pensaba que reparto consistía en partir dos veces, porque los regalos que me enviaba mi madrina llegaban hechos pedacitos, no lo entendía. Afortunadamente el tiempo pasó y comprendí que los muchachos de correos hacían perfectamente el reparto de los puzles que me enviaba mi madrina.
El envío de paquetes ha mejorado tanto y hay tanto control sobre el envío que ya no tienes necesidad de parecer un patético ligón de discoteca y tener que decir eso de “¿Has visto mi paquete?”