En una de mis visitas al garden, buscando abono o brotes para el huerto, encontré una planta de cacahuetes. Era muy estética… Me la traje para casa, más por su efecto deco que para cultivar cacahuetes.
El tiempo pasó y la planta de cacahuetes, se puso frondosa.
Estaba a gusto, en una maceta mediana, al lado del huerto. Supongo que hizo amigos. La naturaleza siguió su curso y la planta, adaptada, empezó a florecer. Preciosas florecillas amarillas…
En ese momento, cuando vi que estaba decidida a quedarse, investigué un poco más sobre el complejo mundo del cacahuete. Mi admiración por la planta creció. Es la única, en todo el planeta, que sin ser tubérculo ( es una leguminosa), entierra sus preciosas flores bajo tierra y allí, protegidas de animales y humanos codiciosos, van creando el cacahuete..
Mi incredulidad era total. Confieso que “ estiré” algunos de esos tallos subterráneos, sin ver nada de nada y creía que esta planta de cacahuetes, se iba a quedar sin cacahuetes…
El tiempo que me marqué para arrancar la planta, era el inicio de noviembre. En este período, fue atacada por una tribu de cochinillas ( que antipáticas son, por Dios!) y las hojas se pusieron amarillas. La cochinilla empezó a hacer estragos…
Así que hoy, he sacado la planta del tiesto …
Ha sido un momento emocionante. Una , dos y tres y… ¡Ta chán!
Allí, al final de la raíz había cacahuetes!!!!!!!! Diez, para ser exactos.
Y se me ha hecho evidente la gran verdad que encierra esa frase que dice que la felicidad es una colección de diminutos momentos sencillos. A mí, durante un ratito, sólo me han hecho falta diez cacahuetes…
NB : Ahora, estarán secándose durante 2-3 semanas y , después, los tostaré con sal… Me sentaré, me prepararé una Coca Cola con mucho hielo y me los comeré como si fueran el manjar más exquisito.