Revista Opinión

Breve historia de la familia

Publicado el 19 noviembre 2019 por Carlosgu82
Cuando la Declaración Universal de Derechos Humanos dice que la familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad parece suponer que primero hubo familias y luego sociedades. No dudo de que lo mejor que le puede pasar a un niño en la actualidad es ser criado por un padre y una madre que lo cuiden y quieran, pero Aristóteles definió lo natural como aquello que se hace igual en todas partes, mientras que lo positivo era lo que variaba de sociedad en sociedad. Por eso no podemos hablar de una familia «natural» en el sentido de que ha sido igual en todas partes y en toda época. Ortega y Gasset, refiriéndose a la Declaración Universal de Derechos Humanos, dijo que no hubo intelectuales involucrados en su redacción. La hizo una comisión encabezada por Eleanor Roosevelt, la viuda de Franklin Roosevelt. Se basaron en declaraciones anteriores de las que tomaron el concepto de igualdad humana y de familia como fundamento «natural». Decía Ortega que los derechos humanos están en la historia, no en declaraciones. La historia nos enseña que la sociedad es anterior al individuo y a la familia. John Locke, padre de las constituciones occidentales y las declaraciones de derechos individuales, se basó en el Génesis para su idea de un contrato social. Pensaba que hubo primero individuos totalmente formados, como Adán y Eva, dotados de derechos, y que estos, al crecer y multiplicarse, formaron sociedades en las que entraban tras renunciar a unos derechos para adquirir otros. Adán y Eva con sus hijos eran una familia como las actuales. Cualquiera podría pensar que primero hubo familias y luego sociedades. La verdad es que primero hubo grupos sociales de los cuales fueron emergiendo los individuos y las familias. Al principio debió haber mucha promiscuidad, el más fuerte tenía más hembras, nadie sabía a ciencia cierta quién era padre de quién, todas las mujeres cuidaban a todos los hijos mientras los machos cazaban, etc. Eso era lo «natural» entonces pues era imposible formar parejas estables, ya que ninguna pareja aislada se bastaba para cazar y defenderse. Todos dependían de todos en los grupos de cazadores-recolectores. Más adelante, cuando hubo propiedad privada y la gente construyó casas aparte, emergió la familia, que tenía muchas variaciones de acuerdo con la sociedad. La familia romana era muy distinta a la actual. Los hebreos podían repudiar a su esposa y sus reyes tenían muchas concubinas. Si moría el varón, su hermano heredaba a la viuda y los hijos heredaban los bienes del difunto. Las ciudades tenían muros que protegían de grandes depredadores. Dentro de ellas se construyeron casas separadas en las que los humanos pudieron formar parejas y criar niños. Nació un espacio privado y uno público. La persona pudo dedicarse a un oficio, intercambiar productos con el resto de la sociedad y mantener a su prole. La prohibición del incesto fue fundamental. Los miembros de la familia, especialmente los hermanos, no tenían relaciones entre ellos sino que buscaban parejas en otros núcleos familiares. Las familias se separaron en espacios privados pero se comunicaron mediante el intercambio de sus productos y sus miembros. Así se mantuvo y fortaleció la sociedad. El espacio privado fue fundamental para el crecimiento del individuo. Un cuarto aparte fue esencial para los adolescentes de los años 50 del siglo pasado. Allí escuchaban su propia música, tenían fotografías de sus ídolos, etc. Las ciudades quedaron divididas en espacios privados y públicos, sagrados y profanos. Los templos eran espacios sagrados donde se reunían, mientras que los estadios, los hipódromos y los coliseos, entraban dentro de lo profano. Desde entonces, cualquier grupo humano que comparta un espacio privado es núcleo de la sociedad. Tengo entre mis vecinos a tres hermanos –dos hombres y una mujer- ya ancianos. Son tan fundamento de la sociedad -porque salen a comprar mercancías, se relacionan con otros, usan servicios de salud- como la familia de padre, madre e hijos. La diferencia estriba en que esta última cumple una función que la primera no puede hacer: traer al mundo nuevos miembros de la comunidad, reemplazos de los que van falleciendo, por eso las constituciones le dedican atención especial.

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