Afrontar una novela como Breve historia de un amor eterno no es tarea sencilla. Al tratarse de un autor húngaro traducido al español, yo esperaba encontrarme inconscientemente con una especie de Sándor Márai, pero, evidentemente, la literatura es algo que siempre sorprende, que no suele repetirse. El estilo de Szilárd Rubin, su forma de narrar, es desconcertante. Aunque Attila, su personaje, es quien cuenta la historia, es como si se tratara de un narrador omniscente que supone que el lector también lo es. Y esto es extremadamente incómodo. Uno tiene que volver de vez en cuando sobre lo leído para captar algún detalle que explique lo que está sucediendo en el capítulo que lee ahora. Además, se trata de una novela que, debido a sus abundantes detalles localistas, solo pueden comprender plenamente los ciudadanos húngaros que hayan vivido en esa época.
La historia transcurre durante varias décadas, comenzando al final de la Segunda Guerra Mundial. Hungría se había aliado con los alemanes y había perdido la guerra con estos, siendo invadida por la Unión Soviética, que pronto conseguirán afianzar un gobierno comunista. Orsolya, según podemos deducir, pertenece a una familia que ha sido privilegiada por el régimen anterior, debido a su ascendencia alemana. Ha tenido que huir del país cuando las cosas se ponían feas y ha vuelto después de sobrevivir al terrible bombardeo de Dresde. A pesar de todo, su familia parece que también va a medrar bajo el nuevo status quo, ya que saben como adaptarse a la marea. El caso de Attila es distinto. Habiendo apoyado desde el principio al nuevo gobierno, parece que ha sido marginado por oscuros motivos. Pobre y sin demasiadas amistades, Attila comienza una carrera literaria exitosa y paralelamente vamos viendo algunos de los episodios de la relación, casi masoquista, que mantiene con Orsolya.
Es curioso leer una historia de amor y desamor entre dos personas pertenecientes a diferentes clases sociales precisamente en un país comunista. Para Attila el amor es obsesión. Necesita poseer a Orsolya y, cuando estima que esta no se entrega lo suficiente, la castiga, incluso ejerciendo la violencia física. Para Orsolya el amor no es más que un juego caprichoso al que se puede renunciar y volver a retomar sin consecuencias. Es una forma de pasión retorcida, pero que a ellos dos parece insuflarles vida, al menos durante algunos años. Pero ella sabe que consolidar su relación con Attila no le conviene. Es mejor medrar casándose con un diplomático comunista.
Así pues, Breve historia de un amor eterno, es una lectura desconcertante y curiosa (el título tan ridículo que se le ha puesto en nuestro país contribuye a ese desconcierto) escrita por un autor que fue censurado durante el régimen comunista y redescubierto solo hace una década. Literatura intensa y difícil, que requiere un esfuerzo al lector que, desgraciadamente, obtiene una magra recompensa a cambio del mismo.