La nueva centuria trajo consigo una nueva ampliación, proyectada en 1901, que dejaría a la necrópolis con más de 63.000 metros cuadrados. Paralelamente, la ciudad crecía gracias al primer ensanche de la ciudad, liberada de sus murallas. De hecho, en medio siglo, había doblado su población con más de 210.000 habitantes.
En estas primeras décadas se aprobó un nuevo Reglamento para el Régimen y gobierno de los cementerios católicos (1913) y se sucedieron nuevos panteones. Esto lo convirtió, según palabras de José Martínez Aloy, cronista de la ciudad: “…en espléndido muestrario de monumentos hechos a todo coste por los mejores artífices, utilizando los mejores mármoles…”
Los diferentes estilos arquitectónicos se entremezclaron con los cánones clásicos y frente al uso de figuras simbólicas sobre la Muerte, apareció la del ángel, protector del difunto y unido eternamente a su tumba.
Por otro lado, el Ayuntamiento se hizo paulatinamente con un mayor control sobre el camposanto debido a una legislación favorable.
Durante la segunda República, las tumbas en bajorrelieve cobraron importancia, decayendo las sepulturas monumentales a causa de su precio excesivo relacionado con la mano de obra, los materiales y la falta de especialistas.
En otro aspecto, poco antes de estallar el conflicto armado, el Cementerio General mantenía un carácter de bello jardín, según un periodista coetáneo: “El cementerio de Valencia es el más estupendo jardín de cuantos existen de la ciudad…”
Durante la guerra civil, se enterraron víctimas de ambos bandos, prohibiéndose desde casi el primer día cualquier manifestación católica hasta acabada la contienda.
A partir de la década siguiente, las consecuencias bélicas conllevaron una insensibilización hacia la muerte, se conservaron sus jardines y los panteones se caracterizaron por formas geométricas, contundentes y sin adornos.
La Ley de Bases de Régimen Local de 1945 ratificó que los servicios relacionados con el cementerio corrieran a cargo del Consistorio municipal. Una década después, un nuevo decreto confirmaba lo anteriormente citado, añadiendo gravámenes en algunos aspectos; valor de los ataúdes, carrozas…
A mediados del siglo, la extensión del Cementerio llegaba hasta los 175.000 metros cuadrados, con 40.000 nichos y 1.200 panteones con más de cien trabajadores.
Sin embargo, estas dimensiones, no solucionaron el eterno problema de saturación que sufría periódicamente la necrópolis y se pensó levantar un nuevo cementerio en la antigua carretera de Barcelona, al norte de la ciudad, pero la propuesta se quedó en un cajón, decidiéndose aumentar el primigenio Cementerio.
Esto provocó la pérdida progresiva de conjuntos ajardinados, tan necesarios en estos entornos tan fríos e incómodos.
En los años sesenta, se llevaron a cabo construcciones de unas cuantas manzanas de nichos, colocándose losas de hormigón armado prefabricadas junto con un tabique exterior, formando una cámara de aire, para evitar emanaciones tóxicas, siguiendo las normas de la policía sanitaria de cadáveres.
Dos décadas después, se aprobó una nueva disposición por el Ayuntamiento referente al Régimen y gobierno de los cementerios municipales (1987).
Anteriormente, en 1985, se proyectó la última y más ambiciosa ampliación, sumando 270.000 metros cuadrados, suficientes para los futuros 25 años.
En este periodo, se inauguró el crematorio municipal, ubicado en un edificio reciente, no exento de polémica debido a las quejas de los vecinos de los barrios cercanos por los posibles dañinos humos.
Esto, sin embargo, ha supuesto que, actualmente, haya menos enterramientos (4.500 anuales) en detrimento de las cremaciones (2.700 anuales), que suelen preferirse.
Por último, en el año 2000 se construyó un tanatorio municipal con 16 velatorios, dos capillas, cafetería, etc… Estas modernas instalaciones no han sido obstáculo para que el Cementerio goce de un Nivel de Protección 2 del Catálogo de Bienes Protegidos por el Ayuntamiento, fortaleciendo sus más de 200 años de historia.
Para saber más: El Cementerio General de Valencia. Historia, arte y arquitectura 1807-2007. Miguel ángel Catalá Gorgues. Editorial Carena, Valencia, 2007.
Panorámica del cementerio en 1888.