Pero el citado Chang no dejaba de ser importante, pues era considerado una especie de “gran maestro revelador”, al cual se le había dado gran cantidad de información y sabiduría, según cuenta la tradición, a través del mismo Lao-Tsé, obviamente mediante apariciones, pues como acabamos de analizar, ambos no coinciden en cuanto a fechas respecto de su existencia. El impulso de Chang no debe ser subestimado, pues se le dio un gran empuje al movimiento (uno nuevo en su historia), y los rumores acerca de que por fin se había encontrado el gran remedio de la inmortalidad, se hicieron cotidianos. Además se dijo también que había conseguido llegar al cielo subido en un tigre y partiendo desde el monte Lung-hu. A partir de aquí entonces se inició una tradición en el taoísmo, acerca de estos maestros celestes, los cuales, tienen revelaciones, un poder superior, son expertos en el área, y por si fuera poco reencarnaciones de Chang. Todo parecía ir bien para la religión, hasta que en el siglo VII, cuando gobernaba la dinastía Tang en China, el budismo empezó a filtrarse, llegado recientemente desde la India. Esto generó gran recelo en los taoístas, y pronto se declaró a la religión que defendían, como exclusiva de los chinos.
En efecto, si la resistencia al budismo, la cual parecía también ganar muchos adeptos, debía ser efectiva, entonces habría que abarcar aspectos hasta el momento no tocados por el taoísmo. Lao-tsé prácticamente fue ascendido al grado de una deidad, los escritos taoístas fueron calificados como sagrados, se erigieron gran cantidad de templos y monasterios, se creó una jerarquía de monjes, sacerdotes y sabios mucho más especializada, entre otras medidas de defensa.
Además, por si fuera poco, pronto los taoístas encontraron un buen medio para así poder agregar dioses de la tradición china como el dios del hogar, el de las ciudades, los guardianes de la puerta y los llamados Ocho Inmortales; si bien hay que reconocer, esta fe no tienen ningún dios máximo. Pero como era de esperarse y con el pasar de las décadas, las enseñanzas budistas no parecían ir tan en contra del taoísmo, y sutilmente se generó un acercamiento tácito, en el cual se intercambiaron ideas. De todas maneras, resaltamos que esto no fue total ni una fusión en todo el sentido de la palabra. Así entonces, el taoísmo se había ido transformando en China, o mejor dicho, adaptando a las circunstancias y momentos que padeció el país donde el movimiento nació y creció, y lo que había sido engendrado como un movimiento filosófico que buscaba librarse de lo mundano, terminó mezclándose con varios elementos, como la religión, la política, la alquimia, el misticismo, otras fes extranjeras, otorgándole una variopinta y llamativa nueva forma que se aleja ciertamente de lo iniciado por Lao-tse.