Revista Cultura y Ocio

Breve-IV

Por Daniel Vicente Carrillo


I.

Entendemos qué es una no-existencia, del mismo modo que entendemos qué es un no-perro o un no-cuchillo. ¿O tal vez es más difícil de concebir porque, en lugar de afectar a un solo elemento, afecta al conjunto de todos los existentes? La nada sólo sería inconcebible -por autocontradictoria- si negara tanto el conjunto de lo existente como el de lo inexistente, lo cual no es el caso.

Es cierto que no podemos imaginar la nada, pues es la ausencia de toda realidad y de todo cuerpo o figura, es decir, de toda imagen. Pero podemos concebirla; tan sencillo como poner una partícula negativa delante de la proposición "existe cualquier universo". Recuérdese que todo lo concebible por seres racionales, esto es, lo no contradictorio, es posible por definición. Ahora bien, si algo es posible, es imposible que su opuesto sea necesario. Y lo opuesto a la nada es el mundo, cualquier mundo. Ergo, el mundo, cualquier mundo, no es necesario; luego es contingente.

Cruzamos la primera frontera.

II.

El mundo, que no tenía ninguna necesidad de ser, vino sin embargo a ser. Parece posible que fuera siempre, que no empezara jamás y, por ende, que sea incausado. Mas no es razonable. Si el mundo careciera de causa debería ser ya causa de sí mismo, lo que es absurdo, ya necesario, lo que se ha refutado, ya surgir espontáneamente, en cuyo caso no sería eterno.

Queda, pues, que el mundo contingente es o bien creado, o bien espontáneo. Que algo nazca espontáneamente significa que la nada ha obrado en él, al no deberse tal acontecimiento ni a él mismo (al no ser autocausado) ni a otra cosa (al no ser causado por nada). Con todo, la nada, por definición, no puede obrar. La contingencia, entonces, presupone la causalidad. Por tanto, el mundo es creado.

Cruzamos la segunda frontera.

III.

No pueden darse dos seres necesarios, al excluirse mutuamente, negando el uno la necesidad del otro. Lo opuesto a lo sobrenatural es una naturaleza necesaria (Spinoza). Así, si lo natural es necesario, lo no natural, que se le opone, es contingente. Siendo contingente, no puede estar por encima de lo necesario, es decir, de lo natural; luego, lo sobrenatural, por su propia noción, sería imposible.

No obstante, hemos concluido que la naturaleza es contingente, y que la contingencia en lo real presupone la causalidad. Lo opuesto a la naturaleza, lo no natural, es o bien un Dios contingente, o bien un Dios necesario. Si es contingente, es causado o por sí mismo, lo que es absurdo, o por el universo, que no será causado por nada, lo cual va en contra de su contingencia. Si es necesario, es la única causa posible para el mundo. Pero el mundo existe. Ergo, Dios es necesario.

Cruzamos la tercera frontera.


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