Revista Opinión

Breve manifiesto libertario

Publicado el 10 noviembre 2011 por Jorge Gómez A.

Alver cómo la coacción y la agresión como forma de acción política -sea explícitao como amenaza- comienza a tomar ciertos espacios del discurso político, surgela pregunta ¿Dónde están los defensores de la Libertad?
Ypara no andar con rodeos, hablo de la Libertad entendida como el respeto quecada individuo merece en cuanto dueño de sí mismo, de su persona, su cuerpo ysu voluntad. Es decir, para estar libre de agresión y coacción (salvo queinicie la agresión contra otro).
¿Conqué derecho unos y otros se adjudican la facultad de agredir a otros en nombrede ciertos principios o fines? ¿Con qué derecho se atribuyen la potestad parasometerlos a su fuerza, y así llevar a cabo su voluntad particular? ¿Porsanción divina, ley, por contrato, por mayoría, por tradición, por dialéctica,por raza?
Nohay respuesta, porque en el fondo no hay justificación alguna. Excepto siaquellos que justifican o aceptan algún tipo de imposición por fuerza sobre laspersonas, se consideran dueños de otros como para someterlos a su criterio bajosu fuerza, más allá de la legítima defensa propia ante una agresión.
Esdecir, la única justificación que existiría es que en el fondo sean unosusurpadores, que aceptan y promueven el actuar coactivo de unos sobre lavoluntad de otros. Que en el fondo -y aunque algunos lo nieguen- se tenga unapretensión y concepción autoritaria (mediante la cual aceptan aplicar lacoacción en ciertos contextos o según ciertos criterios o principios).
Laética libertariana se opone a eso y juzga como ilegítima cualquier coacción contraotro, a nombre de principios o fines, que vayan más allá de la legítimadefensa. Eso distingue la ética del libertariano de la de cualquier otroindividuo en el ecléctico espectro ideológico político. Y eso también lo aíslade tal espectro.
Peroeso que lo aísla, le permite entender que la pretensión autoritaria, que es laética de la violencia, no es exclusiva de un sector político; o de un tipo deEstado u organización política; o de un contexto histórico según leyes mecánicas;o de una clase social; o de un tipo de individuo; o de un tipo de raza, credo,etc.
Lepermite entender que dicha pretensión autoritaria ha estado presente en todaslas épocas y sociedades, amenazante contra el individuo, la persona y suvoluntad.
Portanto, también le permite entender que el fondo de todos los asuntos yproblemas que se llaman políticos, han tenido su raíz en la pugna y tensión entreAutoritarismo (el ejercicio de la pretensión autoritaria) y Libertad, ladefensa de la autonomía personal, que es la ética de la autoposesión.
Esdecir, estos dilemas tienen sus génesis en la tensión entre la ética de lausurpación (el ejercicio injustificado de la fuerza por parte de unos sobreotra persona); y la ética de la autoposesión (la defensa del individuo comodueño de sí y su voluntad), que es la ética de la Libertad.
Endicha tensión histórica, la ética de la usurpación ha triunfado de maneranefasta por sobre la ética de la autoposesión, a costa de millones de vidashumanas. La historia así lo demuestra.
Unade las causas de dicho triunfo es que una gran mayoría de individuos, a lolargo de la historia, se siente y se ha sentido con derecho para someter aotros -por fuerza o amenaza en el uso de la fuerza- ya sea de manera individualo colectiva, para imponer sus criterios, valores o fines particulares, pormedio de la fuerza.
Esdecir, una lamentable mayoría de personas ha visto y ve en la ética de lausurpación, en la moral de la violencia, el modo de saldar conflictos ydesavenencias entre los diversos individuos.
Unalamentable mayoría confía en la ética de la usurpación como el método paraimponer sus diversos fines y valores, según sus diversos criterios. Es decir, debidoa su pretensión autoritaria, valoran la coacción como modo de acción, paraimponer su voluntad. Son por tanto, antiliberales y también antipolíticos.
Yentonces por ejemplo, no ha sido difícil que los usurpados y sometidos por un tirano,en sus pretensiones de liberarse de sus usurpadores, una vez derrocados losviejos déspotas, deriven en nuevos abusadores y opresores sobre otrosindividuos para mantener su poder, y el orden que consideran justo.
Comodijimos, y este es el punto central, la ética de la usurpación (la pretensiónautoritaria) siempre ha estado en tensión con la ética de la autoposesión, quees la ética de la Libertad.
Poreso, a lo largo de la historia han sido habituales los altos y bajos en base alos contrapesos y atomizaciones que el poder coactivo -en sus diversas formasde organización- ha sufrido a lo largo de los siglos, por parte de losindividuos que se oponen a su injerencia totalitaria sobre sus cuerpos yvoluntades.
La Propensión autoritaria hoy
Enel contexto actual que vivimos como sociedad, después de algunos años deapaciguamiento de las diversas pretensiones autoritarias, producto de lavaloración de la Democracia como modo de resolver conflictos, luego de lasnefastas experiencias totalitarias y autoritarias del siglo XX, la ética de lausurpación nuevamente parece irse imponiendo, aunque de manera solapada en losasuntos que llamamos políticos, sociales y económicos.
Ytal como debería presumirse, sin depender del sector político, la clase o gruposocial, los fines que se digan defender, o cualquier otra distinción que seaplique.
Comoprimera advertencia, con esto no pretendo establecer una doctrina, niestablecer un dogma, y menos una especie de manual para la acción. Tampocopretendo proponer un modelo social, político o económico. Sólo pretendo hacernotar la importancia de ciertos principios, sobre todo al momento de hablar dePolítica.
Laimportancia de elevar ciertos principios se hace imperiosa sobre todo en uncontexto político, social-económico, y por ende histórico, donde en medio de lacontingencia y turbulencia de los hechos y cambios, la acción más impulsivaparece imponerse por sobre el criterio de la razón y lo razonable. Donde labrutalidad parece  imponerse por sobre laprudencia. Donde la fuerza se impone por sobre el diálogo.
Hoy,la pretensión autoritaria se ha impuesto de manera transversal sin depender delas posiciones contingentes, a partir de la tensión entre quienes defienden elorden de privilegios vigente -impuesto en base a una pretensión autoritariaprevia- y quienes promueven cambios a dicho orden.
Muchosdirán que los principios o fines que se contraponen indican que esatransversalidad no es así. Que tal tensión es ficticia –como quizás dirán losque quieren mantener el stato quo-; o que la tensión justifica todas susacciones, incluso algunas violentas -como quizás dirán los que quieren cambios-.
Enel fondo, sea cual sea el argumento que levanten, de alguna u otra forma terminarándefendiendo cierta forma de imposición por fuerza sobre los individuos. Esdecir, terminarán justificando la ética de la usurpación y la violencia,desconociendo el hecho irrefutable de que cada individuo es dueño de sí mismo,su vida, su cuerpo y su voluntad.
Terminaránnegando el hecho irrefutable de que ningún individuo o grupo de individuos, pornumeroso sea, tiene el derecho a iniciar la fuerza contra otro, más allá de lalegítima defensa. Eso, aunque se digan de tal o cual lado del espectroideológico político, o aunque digan defender tales principios o tales fines.
Enese sentido, y ante esos dilemas, que siguen siendo los principales dilemaspolíticos, en estos tiempos, los llamados liberales parecen no saber haciadonde establecer posiciones en cuanto a sus opiniones, críticas y apoyos.
Algunos,creyendo apoyar la causa de la Libertad, terminan por apoyar las causas del nepotismo,la plutocracia y el privilegio. Otros creyendo apoyar la misma causa de laLibertad, terminan apoyando a potenciales nuevos déspotas y sus ansíaspersonales de poder, dando paso a la tiranía de la mayoría (la oclocracia), ola dictadura basada en el culto a la personalidad, una autocracia.
Adiferencia de lo que ocurría cuando los liberales clásicos se oponían alabsolutismo y la casta de privilegiados que giraban en torno al monopolio autoritariodel rey, hoy parecen más desorientados.
Muchos,víctimas de su confusión de principios, y una clara falta de un concepto clarode Libertad, terminan apoyando a una u otra propensión autoritaria. De maneradirecta o indirecta.
Otros,un tanto más claros, terminan marginándose de la discusión políticacontingente, optando por el aislamiento activo.
Estaúltima posición es relativamente cómoda para la acción crítica, pero nosuficiente cuando principios como pluralismo, la tolerancia y contrapesos alpoder (basados en el principio esencial de respeto a la autoposesión delindividuo) comienzan a verse mermados en favor de tendencias autoritarias, demanera transversal en el espectro y la discusión política.
Ycomo siempre ocurre, el menoscabo final, al respeto al individuo y suautoposesión ocurre de manera imperceptible al principio. Nadie parece percibirel proceso de aniquilamiento de la individualidad. Y muchos entran en razóncuando la coacción por parte de unos contra otros, se ha desatado sobre suscabezas.
Lasupremacía de la pretensión autoritaria por sobre la Libertad, se produce demanera paulatina.
Comienzaa través de las palabras, a nivel discursivo donde se avala el uso de laviolencia, y siempre termina por instaurarse como práctica indiscriminada,mediante la ejecución de la agresión como un acto legítimo por parte de los gruposorganizados que se imponen. Todo con el lamentable respaldado de otros tantos.
Entonces, en desmedro de la ética dela autoposesión, se impone la ética de la usurpación, que se esconde tras laconquista y la esclavitud, por ejemplo.
Cuandola pretensión autoritaria se comienza a imponer como práctica, la polarización entrelos individuos se asoma de manera paulatina. Y entonces, un signo deindividualidad y por ello de libertad, como es el poder pensar y opinar demanera distinta a otros, sobre las cosas y la existencia, se va degradando.
Elpensamiento comienza a homogeneizarse y finalmente, se torna dogmático y colectivista.Sin depender del lado del espectro ideológico político que digan ocupar loslíderes y sus seguidores.
Entonces,el individuo queda suprimido, y entonces el pueblo, la nación o la patria, queson distintas formas de colectivismo, someten su voluntad y pensamiento porfuerza, según lo que dictan los nuevos déspotas de turno.
Yentonces, la Libertad ha sido derrotada a favor del poder y el privilegio deunos cuantos, que sin contrapesos alguno a su despotismo, se elevan a lacategoría de semidioses. Y con ello, la igualdad se vuelve una quimera.
Unnuevo espacio para la Libertad
Loscambios que hoy se viven, están poniendo en tela de juicio el orden vigentedesde hace más de tres o cuatro siglos. No se trata sólo de una tensión entremodelos político-económicos sociales, como algunos pretenden al propugnar comosolución sus modelos particulares de Estado, o al defender el stato quo vigente.
Setrata de un cuestionamiento al poder en general, y los diversos modos en que seha ejercido y se ejerce desde hace siglos. No se cuestiona (como en la viejadiscusión entre liberales y comunistas) el quiénes deben gobernar, sino lalegitimidad del gobierno mismo. Hoy pocos confían en el poder y sus estructuras.
Perohay algo importante. En el proceso de cambios vigente, también se cuestiona elorden de inmunidades cuyo fundamento esencial es el poder político y sumonopolio sobre los individuos. Se cuestiona al Estado, sea cual sea elapellido que le agreguen quienes lo controlan, y los órdenes políticos, socialesy económicos que surjan de éste.
Enotras palabras, y esto deben tenerlo claro los Liberales, estos cambios, sonsimilares a los cambios surgidos siglos atrás, producto del agotamiento delpoder absolutista en Europa, y la lucha de las personas contra los privilegiosque algunas castas se adjudicaban en base a éste.
Lascrisis que se viven hoy en diversas sociedades, son una expresión contra laestructura de privilegios que el poder gubernamental, sin depender del tipo de régimenpolítico, ha sustentado por varios siglos en distintas latitudes del mundo.
Perohay algo más importante que no se debe olvidar, en cuanto a esa lucha contra elprivilegio sustentando en el poder que iniciaron los liberales contra losprincipios del absolutismo, y que luego otros derivados continuaron:
LaLibertad y con ello la Igualdad, siempre fueron derrotadas en cada una de susbatallas.
Fueronderrotadas por la codicia de los líderes, la ambición y vaguedad de principiosde sus seguidores, pero sobre todo por las ideas autoritarias nefastas quesurgieron en el camino, al alero de la ética de la usurpación, la moral de laviolencia.
Esasideas nefastas, que despreciaban al individuo como dueño de sí mismo, siempre terminaronpor imponer la ética de la usurpación, de la violencia, como arma contra elprivilegio; o como arma del privilegio.
Porqueno hay que olvidar nunca que el poder corrompe siempre. Y concentrado esnefasto. Porque no hay ser humano ni líder infalible a su influencia, ni ideainfalible que se le acople. Siempre uno puede derivar en déspota o verdugo.
Elpoder siempre requiere contrapesos y frenos.
LaDemocracia
Elpoder corrompe, y el poder concentrado y absoluto corrompe aún más. Así, muchasveces se torna brutal, sanguinario, criminal. Lo peor, con el beneplácito o laconcesión por omisión de muchos.
Elabsolutismo, que fue la culminación de un proceso de concentración material eideológica del poder y clara manifestación de la ética de la usurpación (lapretensión autoritaria) suprimió al individuo y su voluntad particular. Redujoa la persona humana y la convirtió en una carga y a la vez en un material delpropio poder, crecientemente corrupto de los autócratas.
Lasupresión del individuo, de su voluntad, permitió por siglos hacer creer a loshombres y mujeres que eran meros recursos de la voluntad de sus gobernantes. Incapacesde constatar la propia corrupción de éstos, se dejaron llevar por su codicialiberticida, creyendo que lo que hacían esos déspotas era virtuoso.
Perolo cierto es que no hay individuo, ni familia o grupo virtuoso, o que estelibre de los influjos nefastos del poder concentrado y vitalicio. Por eso, elpoder siempre, sin importar el carácter u origen del gobernante, o los finesque diga defender, requiere contrapesos.
Aeso se opusieron los liberales clásicos cuando comenzaron a cuestionar elderecho divino de los reyes y el absolutismo autocrático que con éstejustificaban. Revitalizando el valor del individuo, su autoposesión, como valorcentral para la sociedad y el ejercicio del poder.
Elliberalismo se plantea no con el objetivo de cambiar la dual y problemáticanaturaleza humana, sino planteando contenciones a los instintos más dañinos queafloran de ésta cuando se ejerce el poder en cualquiera de sus formas.
Enesa búsqueda por contener los vicios humanos en torno al poder, entre los quese encuentra el uso injustificado de la fuerza sobre las personas, surge comoalternativa la Democracia moderna y todo lo que implica.
Esdecir, la Democracia surge esencialmente como un modo de contención a la éticade la usurpación, que por siglos venía ejerciendo su dominio y se expresaba primeroen la barbarie y el saqueo; y luego en la conquista militar, la autocracia y laesclavitud.
Losprincipios que sustentan el surgimiento de la Democracia, brotan principalmentecomo un modo de evitar los vicios y abusos acaecidos durante el absolutismo encontra del individuo, y por tanto como una forma de evitar los vicios de nuevasconcentraciones de poder, sea religioso, político, o económico. Ese es elpropósito con que surge la democracia moderna. No es otro.
Surgecomo una revaloración de la voluntad individual, de la razón individual, y nocomo una valoración colectivista de la sociedad, como muchos mal entendieron alhablar de voluntad general como una totalidad que se imponía sin contrapesossobre el individuo, lo que es finalmente una especie de nueva religiónabsolutista.
Portanto, tampoco surge como una especie de panacea que convierte la vida terrenal,en un Edén.
Lademocracia es un modo de frenar al poder, que es el poder que ejercen los sereshumanos, de distribuirlo y atomizarlo. Es una forma de frenar la supremacía dela ética de la usurpación. Por tanto, no es un modo de imponer voluntades segúnel número de individuos que apoyan una causa, o según la capacidad de imponer lafuerza sobre otro grupo minoritario, que es finalmente otra forma de poderconcentrado y absolutista.
LaDemocracia es un modo de respetar voluntades diversas, para permitirles a lasmismas, dialogar en cuanto los asuntos públicos y resolver de manera pacíficasus desavenencias y diferencias. Es por tanto el modo –perfectible- de fomentarla ética de la autoposesión de cada individuo.
Esees el ideal democrático. No obstante, la Democracia nunca es perfecta sinoperfectible. Es el menos malo de los regímenes de gobierno. El más cercano arespetar o promover la ética de la autoposesión, y por tanto la Libertad.
Hoy,en esta fase de tensiones, donde la ética de la usurpación –que es la ética dela violencia- comienza a posicionarse, quienes valoran la Democracia debenlevantar la ética de la autoposesión como principio fundamental.
Síse es débil en promover la ética de la autoposesión, la ética de la usurpaciónpuede y podría terminar siendo usada por aquellos que quieren mantener el statoquo vigente que les garantiza prebendas; o por aquellos que creen luchar poralgo nuevo.
Cualquierasea el caso, en caso de imponerse la moral de la violencia, la Libertad y laDemocracia, serán usadas como principios de manera vacía, y serán por elcontrario camuflajes para el autoritarismo, la dictadura, la brutalidad y elcrimen contra los individuos.
Laética de la autoposesión debe promoverse para encauzar los cambios de unamanera ética, mediante la cual se respete al individuo, a cada persona, y suvoluntad y todo lo que ello implica.
Losliberales hoy más que nunca, deben promover la ética de la autoposesión, enrespuesta a la ética de la usurpación, que es la moral de la violencia. 

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