Cuando me dijeron que vivía en una época neobarroca, no me lo creí. Pensaba que nosotros éramos originales, que creábamos un Todo nuevo, el cual podrían dentro de unos siglos estudiarlos los niños del futuro.
Sin embargo, visto lo visto, no es así.
Volvemos atrás, a los ojos de un ser que no nos acaricia cuando estamos heridos. Volvemos a las carencias y a aquellas crisis existenciales que una vez los filósofos de la escuela de la sospecha predijeron.
Maldita la hora en la que abrí los ojos.