Buenas a todos. Esta semana culminaré mi trilogía de artículos sobre tejidos y plumaria precolombinos, dejando el último de los artículos al Imperio inca. Antes he decidido que era oportuno apartar ello unos días para poder publicar este artículo, en el que esbozo, aunque de forma breve, la cultura chilena a lo largo del siglo, entroncándolo con el matiz político y haciendo valer su presencia dentro de la propia cultura.
La cultura no se limita, o no se debe limitar, simplemente a la acción de elaborar cultura. Debe atenerse a la creación de una identidad cultural que diferencie su causa de las demás y que haga única la causa por la que se luche, que construya un nacionalismo desde cero. Es importante señalar que a esto la etapa caudillista ayudó mucho, afianzando lo que se había conseguido en la etapa independentista, y que en el caso de la historia de Chile arranca de la mano de José Miguel Carrera. Un ejemplo es el que ya expliqué en la anterior exposición: en 1812 decide reemplazar el escudo y la bandera vigentes en la época por los nuevos referentes patrióticos, la que sería la bandera representativa de la Patria Vieja. Es izada por primera vez el 4 de julio de ese año, en la casa del cónsul estadounidense, lo que deja claro que la cultura no sirve sólo para diferenciar o nacionalizar una causa, sino que también sirve, y debe servir, para dar un mensaje claro, el cual en este caso era remarcar el carácter independentista del bando.
Escudo chileno en 1817.
Tras recuperar en 1817 el poder, el gobierno revolucionario chileno adopta una nueva bandera como emblema, que presidirá la jura de la independencia y que entronca el pasado araucano con el presente revolucionario. El escudo también será cambiado, y se compondrá de un campo azul oscuro con una columna jónica central, sobre la que se coloca el nuevo americano con un letrero que dice Libertad, y encima una estrella de 5 puntas, que representa la provincia de Santiago. A los lados vemos dos estrellas que representan Concepción y Coquimbo; por lo que vemos que la colocación de las estrellas es estratégica: no sólo remarca la división territorial, sino que además destaca la estrella que representa a Santiago, dejando valer su posición como capital. Lo rodea todo dos ramas de laurel, atadas con una cinta tricolor. En el circuito de la cinta aparece toda la armería en orden, y demás jeroglíficos alusivos a la cadena que hace referencia a la esclavitud que América ha sabido romper. Vemos, por tanto, que el pasado es más importante de lo que se cree a priori. Invocan su pasado colonial y reniegan en parte del pasado colonial que la Monarquía Hispánica tuvo en la zona. Es importante el hecho de que invoquen a la libertad como algo que han conseguido “liberándose del yugo de la metrópoli”, porque esto condiciona su carácter sobremanera, y marca a la sociedad hasta nuestros días. Por eso era importante atender a ciertos rasgos de la cultura política en el periodo de independencia, porque todo está pensado hasta el mínimo detalle para crear una sociedad a medida. En cuanto a la moneda, no entraré en detalles, y simplemente mencionaré que, al igual que en España, se usó como modo propagandístico, para difundir los nuevos elementos patrióticos. Las nuevas monedas llevarán, a partir de 1817 el lema Libertad, Unión y Fuerza en el anverso. Para esta función también se empleó la música, junto con las fiestas nacionales. Caso de Chile es la del 18 de septiembre, que se celebra desde 1811. Un ejemplo lo vemos en el himno:
Ciudadanos, el amor sagradoDe la patria os convoca a la lidLibertad es el eco de alarmaLa divisa: triunfar o morir.El cadalso o la antigua cadenaOs presenta el soberbio español:Arrancad el puñal al tiranoQuebrantad ese cuello feroz.
Sin embargo, la independencia de estos países no trajo la felicidad que se buscaba en un principio: la mayoría de los países salieron arruinados y con una población muy diezmada. Tras la anarquía, estallaba la guerra civil y acto seguido el despotismo en forma de caudillismo. Tan sólo hubo dos excepciones: Brasil, con una monarquía, y Chile, con una república. Para 1830 estos países disfrutaban de una paz orgánica. La literatura, que también se había visto salpicada por la propaganda política, conservó todas las funciones públicas que había heredado en la etapa anterior. En Chile por ejemplo, cuando murió el estadista Diego Portales en 1837, el sentimiento público quedó plasmado en la elegía escrita por Mercedes Marín del Solar. Sin embargo, los lazos con la metrópoli no se rompieron del todo, y muchos historiadores afirman que muchas de las obras poéticas del momento, como las de Mercedes Marín, están muy influenciadas por Calderón de la Barca o por Góngora. El teatro se vio muy influenciado por el Romanticismo que se vivía en Europa, al igual que la poesía o la novela. Los primeros dramas románticos son influencia clara de Víctor Hugo. Desgraciadamente, no sólo en Chile, sino en el resto de la América independiente, el teatro no tiene demasiada repercusión y acaba desapareciendo, desarrollándose en pocos espacios como en Lima. Sin embargo, en Chile destacará la figura de Salvador Sanfuentes con Juana de Nápoles. La novela histórica tiene un gran seguimiento en este primer periodo influenciado por el Romanticismo. Así pues, en Chile destacará Jotabeche(José Joaquín Vallejo, 1823-67), posteriormente político y considerado el Larra chileno. Normalmente eran una crítica a la vida social, a menudo con un propósito declarado: la corrección de ámbitos anticuados o perjudiciales. Tiene mucha relación con la literatura política, con los escritos de hombres que querían dar nuevos moldes a la sociedad y al Estado. Caso famoso y sonado es el de Francisco Bilbao(1823-65). Es autor de un libelo bastante violento sobre la estructura social de Chile, Sociabilidad Chilena, que además tuvo una repercusión especialmente importante, ya que rompió por completo con la modorra de las familias privilegiadas y de los gobernantes, que se cerraron en banda y provocaron el exilio voluntario de Bilbao. Destaca en la prosa la figura de Domingo Faustino Sarmiento, que ayudó a la cultura chilena con la fundación del primer periódico de Santiago, El Progreso; y con su autobiografía Recuerdos de Provincia. En el ámbito de la filosofía, se impuso el positivismo francés e inglés, que influyeron en la forma de gobierno dentro de la república, especialmente durante los gobiernos de Portales y Montt(1831-1861). Su influencia también se dejó notar ya en los gobiernos liberales de 1861 a 1891. Sin embargo, no se hace demasiado hincapié en esta materia.Con la guerra contra Perú, la literatura chilena se ve muy inspirada por las temáticas que se van a tratar. De hecho en la década de 1870 se comenzó a emplear la técnica europea de comenzar a mezclar estilos y épocas. Destaca en esta etapa el novelista Alberto Blest Gana. Es un discípulo aventajado en la distancia de Balzac y de Stendhal, y escribe en 1862 Martín Rivas, de influencia galdosiana.
No debemos dejar de atender la cultura sin mirar a los grandes maestros de la pintura chilena, con autores como Pedro Lira, que pintará La Carta por ejemplo, de un corte muy costumbrista que evoca a Manet; Juan Francisco González, que pinta Calle de Limache, claramente expresionista; o Alberto Valenzuela Llanos, que pinta el paisaje de lo contador. Todos tratarán en algún momento de su carrera temática histórica, como la fundación de Santiago, a la que darán elementos épicos.