El MARTINISMO no posee un mito fundador propio. Si iniciados de otras sociedades son reconocidos como tales, reviviendo los mitos de Hiram, Osiris o de Mitra, no existe una pasión del Filósofo desconocido.
En el sistema Martinista (puesto que el Martinismo es un sistema y puede convertirse en Régimen) el drama fundador es el del propio Adán y su caída, que hace necesaria su salvación por Jesús, el Cristo, propuesto como encarnación del espíritu octogenario o profeta recurrente.
Téder ya lo había percibido, pues en su Ritual de 1913, toda la parte de la recepción al Primer Grado, hace revivir al Impetrante, la decadencia y la alienación de nuestro primer padre, como lo hacía ya la última versión del grado de aprendiz Coën impuesta por Martinés de Pasqueally.
Porque un martinista es, ante todo, un cristiano, pues su fe se basa en el Cristo encarnado en Jesús.